De acuerdo al cómputo del JNE al 64% de los votos, Keiko Fujimori pasa a segunda vuelta junto con Pedro Pablo Kuczynski, lo cual podría ser para el Frente Amplio una bendición disfrazada. Que Verónika Mendoza llegara a la presidencia con una bancada de una veintena de parlamentarios, mientras el fujimorismo controla cerca de las dos terceras partes del Congreso, hubiera podido abrir un escenario en el cual desde el primer día los fujimoristas bloquearan todas y cada una de las iniciativas del Ejecutivo, con el más que probable apoyo de PPK, el Apra y el PPC. Y el desenlace sería una campaña de demolición, acusando de ineficiencia a la izquierda, para provocar una crisis de ingobernabilidad, con el objetivo de vacar a Verónika Mendoza, como se hizo con Susana Villarán, en la alcaldía de Lima. Los logros del Frente Amplio son muy grandes. Verónika Mendoza logró romper el impasse que durante 25 años paralizó a la izquierda, jubilando incruentamente a la generación anterior y abriendo el paso a una renovación profunda de los liderazgos. Aparentemente el FA tendrá la segunda bancada parlamentaria, detrás del fujimorismo y por delante de PPK. Gana, asimismo, en siete regiones: Tacna, Moquegua, Puno, Cusco, Apurímac, Ayacucho y Huancavelica. Con la excepción del fujimorismo y de Gregorio Santos en Cajamarca, ningún otro partido ha ganado en alguna región del país. Dos datos sintomáticos: primero, el escenario del triunfo del FA en el sur es el mismo que cubrió la gran rebelión de Túpac Amaru en 1780. Las deudas históricas siguen pendientes. En segundo lugar, a pesar de la gran campaña desplegada para asociar al FA con el terrorismo, Ayacucho dio a Verónika Mendoza un respaldo de alrededor de 60%. El paso de Pedro Pablo Kuczynski a la segunda vuelta ha sido decidido por Lima, que respaldó también entusiastamente a Alfredo Barnechea. El carácter limeño del proyecto es evidente; PPK no ha logrado ganar ni una sola región del país, y en caso de ganar la segunda vuelta va a tener que gobernar con una bancada parlamentaria reducida, inferior a la obtenida por el Frente Amplio. Es posible que ocupe el espacio vacío que ha dejado el descalabro del PPC, luego de su desastrosa alianza con el Apra. Posiblemente este sea el fin de la carrera política de Lourdes Flores, pero la caída del PPC involucra a muchos, incluido el secretario general, Raúl Castro, y al patriarca Luis Bedoya Reyes, que apoyaron entusiastamente la aventura. Para el Apra esta bien podría constituir la más grande derrota de su historia. Ha sido necesario que el JNE perpetrara una nueva estafa contra el país para salvarlo, manteniendo la valla electoral para las alianzas en 5%, en lugar del 7% que estipulaba la nueva norma, amparándose en el principio de la no retroactividad de la ley, el mismo que se saltó a la garrocha cuando se trató de apartar de la contienda electoral a Julio Guzmán. Esta derrota es especialmente grave, porque se suma a varios fiascos anteriores, propiciados por los manejos de Alan García para asegurar su triunfo el 2016. García se dedicó a liquidar las posibilidades electorales de cualquier aprista que pudiera hacerle sombra. Estuvo detrás de la liquidación de la candidatura municipal de Carlos Roca el 2010, a pesar de que este había sido nominado democráticamente en una elección interna, e impuso a Alex Kouri como candidato independiente. Cuando el JNE inhabilitó a Kouri, apoyó la candidatura de Lourdes Flores, que fue derrotada por Susana Villarán. En las elecciones presidenciales del 2011 liquidó las pretensiones electorales de Jorge del Castillo para imponer a Mercedes Aráoz como candidata. Aráoz, a su vez, no pudo resistir la campaña adversa que le montó del Castillo y renunció, dejando al Apra sin candidato presidencial. García embarcó luego al Apra en la aventura de la revocatoria contra Susana Villarán, “para ejercitar los músculos del partido”, cosechando una nueva derrota. Queda por ver si hay camino de retorno, del alanismo al aprismo.