En el ambiente estadístico hay rumores sobre importantes cambios en las encuestas de enero. Cosas como caídas fuertes de los dos principales candidatos, hasta de cinco puntos, y sorpresivas buenas fortunas de un par de los candidatos más pequeños. Todo se sabrá en su debido momento, que es cualquier día de estos, cuando salgan a desfilar las encuestas. Probablemente las encuestadoras ya manejan las nuevas cifras, o por lo menos ya las intuyen, pero las guardan para las fechas de sus contratos establecidos. Secretos transitorios pero bastante bien guardados. Esas cifras a su vez van a influir en el desarrollo de la próxima intención de voto, como sueños quebrados, o profecías que se autocumplen. Solo son rumores, pero a la vez nadie piensa que las encuestas van a permanecer como están ahora, y que seguirán así hasta abril. Después de todo hay docena y media de candidatos trabajando intensamente para modificarlas, en lo que es un juego de suma cero. Además todos los días suceden cosas que van influyendo en las opiniones. A la luz de la experiencia, pocos esperan un cambio gradual del panorama, sino verdaderas bombas de todo tamaño, vuelcos de fortuna, que son los que le dan emoción al proceso. Para quienes miran desde fuera de las campañas se trata, en más de un sentido, de una fiesta de lo inesperado. Dentro de las campañas en cambio la cosa es pura esperanza. Si llegaran a aparecer estos grandes cambios de enero, ellos tampoco serán definitivos, puesto que faltan dos largos meses para el primer resultado. Pero de darse van a transmitir el mensaje de que un panorama muy distinto del actual es muy posible, y de que la proverbial sorpresa de último minuto está disponible. Estamos hablando, pues, de un electorado que luego de pasarse casi un año más o menos fijo en sus opciones, ha empezado a cambiar. ¿Por que? Es sabido que los votantes pueden aburrirse de su propia lealtad. Las campañas largas pueden despintar si el candidato no se renueva. Además han aparecido nuevos candidatos. Las candidaturas más estructuradas ya saben todo esto, y por eso han aparecido declaraciones sobre rediseño de campañas. Pero un candidato que pierde cinco puntos no necesita rediseñar, sino relanzarse en una suerte de segunda campaña. Pero recuperar a un votante perdido puede ser más difícil que ganar a uno nuevo. ¿Algunas cábalas? Muchos esperan que en enero César Acuña pase al segundo lugar. Otros que Keiko Fujimori empiece un descenso. Luego están los esperanzados en que Julio Guzmán duplique su 2%. En términos más genéricos, pérdida de los grandes, avance de los intermedios, poca acción real entre los más pequeños. Todavía ningún batacazo decisivo.