La historia de San Marcos se viene deslizando hacia lo pintoresco. Primero Pedro Cotillo lanzó la bravata de que solo con tanques podrían sacarlo de la universidad. Un reducido grupo de alumnos decididos bastó para impedirle el ingreso. Una asamblea de emergencia eligió a una nueva rectora, al parecer sin los votos necesarios según el estatuto. Luego el consejo universitario ha elegido a un nuevo rector interino, del bando de Cotillo, ahora con los votos prescritos por el estatuto. Mientras tanto Cotillo ha sufrido una descompensación, y la TV lo presenta en su lecho de paciente. No es seguro qué pasará ahora, pero es probable que Bernardino Ramírez, el nuevo elegido, enfrentará alguna turbulencia. No es la única universidad donde la institucionalidad está afectada por la resistencia de las autoridades. La nueva ley está imponiéndose de a pocos, pero establecer un nuevo orden va a costar trabajo, incluso en las universidades donde los cambios han marchado sin tropiezos. Una reforma universitaria con poco apoyo político no es cosa fácil. Pero sin duda es la hora de modernizar, sanear y potenciar las universidades peruanas. El defecto de la ley promovida por Daniel Mora ha sido no incluir a las propias universidades en la transformación. Quizás hubo un temor a que intereses creados en muchas de ellas bloqueara los cambios. Pero esos intereses han logrado poner zancadillas transitorias en el camino. A primera vista el affaire Cotillo es formal. El rector quería quedarse hasta el final de su mandato, al final del verano. Expresó su deseo con prepotencia y malos modales, con lo cual su tozudez se prestó a interpretaciones varias. Una de ellas es que quiso ganar tiempo para allanarle el camino electoral a gente de su equipo de colaboradores. Ahora es muy poco probable que cuando la salud de Cotillo se recupere él pueda recuperar también el cargo. Hasta el momento de escribir estas líneas los alumnos, docentes y trabajadores han aceptado el rectorado de Ramírez. Pero es difícil que acepten el de Cotillo, que parece fuera de juego para todo fin práctico. Lo que necesita San Marcos, y esto vale para todas las universidades estatales, es conservar su institucionalidad (que no ha sido mala en estos años) y recibir un aumento significativo de fondos públicos. Es así como mejoran las universidades públicas, un utilísimo servicio estatal sufragado por los contribuyentes. Es de esperar que el ex rector Cotillo se reponga y entienda bien la situación, que su sucesor se ubique dentro de los cauces de la nueva ley, que la comunidad universitaria de San Marcos actúe con serenidad, firmeza, y respeto a las normas. Las otras universidades en problemas seguirán ese liderazgo, y así podrá salirse de la crisis.