Más allá de los latigazos éticos que le caen desde todas partes, ¿qué significa la presencia de Susana Villarán en la plancha del nacionalismo, y probablemente en lo alto de su lista parlamentaria? Si la idea fue contrapesar la imagen autoritaria y adusta (a pesar de las bromas) de Daniel Urresti, Villarán va a tener que trabajar bastante. Para el nacionalismo la ganancia de este jale es un cierto reenganche con la izquierda perdida en estos cinco años. Villarán lleva encima años de feroces ataques, de vejámenes incluso, a su persona y a su gestión municipal desde la derecha. Esto es algo que bien manejado no va a pasar inadvertido entre los electores populares. No descartemos que el arreglo de Villarán con Palacio haya incluido la presencia de algunos otros izquierdistas en la lista parlamentaria. Un viaje al pasado humalista que entrará a la competencia por el bolsón izquierdista moderado. Lo cual se abre a la pregunta sobre qué tipo de derecha podría sentirse atraída por el titular Urresti. En cierto modo la estructura mercadotécnica de esta plancha no es tan diferente de las de Keiko Fujimori y Alan García: la coincidencia de los opuestos, o por lo menos de los distantes, como instrumento de una convocatoria universal. En el caso del nacionalismo una esperanza atizada por el clásico repunte final de Palacio en las encuestas. Que Villarán no haya encontrado, o tal vez no haya querido encontrar, sitio en la política de la izquierda pura y dura es sintomático, como lo es también el de Vladimiro Huaroc, y quizás el de Rosa Mavila. La teoría fácil, y la que está circulando, es que han echado la ideología por la borda para emprender una aventura personal. El problema es que esa teoría hoy se aplica a demasiadas personas y en demasiados lugares del espectro político como para tener algún poder explicativo. La forma misma del sistema político, con cosas como el voto preferencial, la dispersión política, o el vientre de alquiler, niega la vigencia de la política de los agregados ideológicos vitalicios. El reproche a los izquierdistas que en estos tiempos se dedican al crossover hacia otras ideas, o hacia otras versiones de las mismas ideas, se está volviendo, pues, una forma más de escupir al cielo. Una práctica que puede distraer fatalmente de la actividad política. Generalmente revela una nostalgia inconsciente de los tiempos leninistas. Es más o menos evidente que la pareja Humala-Heredia se reinsertará en la política del llano por el lado de la izquierda. En esa medida haber incorporado a Villarán es un primer paso en esa dirección. Todavía tienen seis meses para darle alguna verosimilitud a esta apertura hacia su antigua posición.