El Festival “Centro América Cuenta” cumple su quinto año y reúne este año a decenas de escritores de todo el mundo en Managua. Un país definido por la naturaleza tropical es un ambiente adecuado para las charlas al aire libre y la bendición de las lluvias bíblicas que recorren la ciudad. El Festival fundado por el estupendo escritor Sergio Ramírez y presidido por la peruana nicaragüense Claudia Neyra es una referencia en la ruta de las palabras en nuestro continente. En una de las mesas más interesantes llamada Bajo la sombra del padre, Héctor Aguilar Camín cuenta la historia de su familia, que aparece en su novela Adiós a los padres. Desde el comienzo, Aguilar Camín define la relación que tenemos los hijos: “Los padres son ruidosos, pero las madres son definitivas”. La historia de su madre y de su tía que lograron dar una carrera y una dirección en la vida a cinco hijos, después del abandono del padre, es una de las más hermosas de la noche. Renato Cisneros también aporta el relato conmovedor que contiene La Distancia que nos separa y recuerda el requisito que le ponía David Foster Wallace a cualquier novela: “darles calma a los perturbados y perturbar a los que están calmados”. Hay otras mesas que hablan de la relación entre la literatura y otras artes. En una sobre la música, uno de los grandes cronistas latinoamericanos, Alberto Salcedo Ramos, nos recuerda la relación entre el descubrimiento de la música y el de la vida. En la zona de la costa colombiana donde nació, la música de las fiestas lo era todo. Cuando alguien moría, se decía de esa persona que “se le acabó el baile”. En la primera región exportadora de disparates en el mundo, que es América Latina, Salcedo Ramos recuerda el caso del cantante de vallenato Juancho Polo Valencia que en una de sus canciones de amor protestaba: “Dejaste de quererme a pesar de que te amé con mucha democracia”. Pocas frases tan originales sobre la libido electoral. En la mesa dedicada a Rulfo, Sergio Ramírez contó que gracias a Gonzalo Celorio, en ese momento editor del Fondo de Cultura Económica, supo que el manuscrito original de Pedro Páramo apenas tuvo correcciones editoriales, salvo en el final. El texto original terminaba simplemente diciendo: “Se derrumbó”. En una mesa al lado, Leonardo Padura afirma que, como escribe novelas policiales, debe tener al comienzo de la historia un muerto y al final un asesino. Sin embargo, lo que le interesa realmente es la exploración de la sociedad que puede hacer en el medio. En este festival en el que abundan los testimonios y las opiniones sobre los libros y la vida, nos damos tiempo para visitar el volcán Masaya, cerca de la ciudad. Un cono invertido que se sumerge en la tierra, el rumor que viene del fondo y las espectrales paredes blancas calcinadas se complementan con esas formas amarillas y rojas del fondo, el fuego de la tierra que se mueve en llamaradas furiosas. Mis compañeros de viaje, los colombianos Piedad Bonnet y Pablo Montoya, y yo, sentimos que atisbamos por un instante el centro del universo. Libros, volcanes, aire puro, conversaciones y lecturas. Por estos días, gracias a este festival, Nicaragua es el paraíso. ❧