A continuación, y por orden de ingreso a cartelera, las más destacadas cintas vistas en el circuito comercial:
A riesgo de repetirnos, diremos una vez más que la cartelera comercial empeoró con respecto al año anterior. Continúa bajo el predominio del peor cine de Hollywood, basado en la reiteración de fórmulas trilladas y escasa creatividad, un hecho que no data de ahora y que se traduce en la invasión de los mismos filmes, que copan todas las salas.
No se entiende por qué títulos que se exhiben en países vecinos son inexplicablemente cancelados para el Perú, al punto que de no ser por la actividad de unas pocas distribuidoras independientes (han quedado reducidas a dos) y de unos cuantos festivales de cine (el principal de ellos el que organiza el centro cultural de la PUCP), Lima quedaría cortada de lo mejor del cine mundial, que hace mucho no pasa por Hollywood sino por el cine independiente (las películas indie), por los países asiáticos (China, Taiwán, Japón, Corea del Sur) y por algunas cinematografías europeas (Francia, Rumania), a las que se agregan –de este lado del continente– las de Argentina, México, Brasil y recientemente Chile y Colombia.
No se explica, para dar un ejemplo, como Adiós al lenguaje (Jean-Luc Godard), puede estrenarse en Buenos Aires en una decena de salas, en tanto aquí es impensable siquiera su exhibición. Tenemos una “sala de arte” (hoy cerrada) que se autoproclama cabeza de un “cine alternativo”, pero carece de una línea clara que ofrezca las novedades del cine mundial. Se vuelve a programar lo que se dio y tuvo éxito, sin arriesgar lo mínimo. ¿Por qué no dar de modo regular estrenos de calidad que sean recientes?
Es gracias al Festival de Lima, que este año llegó a su XIX edición (la primera con la dirección de Alicia Morales) y reiteró la proeza de estrenar un centenar de películas y además trajo a Luc Dardenne, al imprescindible Festival de Cine Europeo (que contó 42 títulos en su XXVII edición y organiza la Filmoteca PUCP con los países de la UE), a unas cuantas muestras –entre ellas una excelente de cine francés– y a festivales como Al Este de Lima, Transcinema y Lima Independiente que podemos agregar otros títulos que también cuentan entre lo mejor de este año (no pocos de ellos vistos en plataforma digital) y son de producción reciente.
Aquí van, sin orden de preferencia:
Entre los logros del año presentados gracias a la Filmoteca hay que recordar los muy completos ciclos dedicados a Naomi Kawase, Ken Loach y Ettore Scola, y la visita de Eric Le Roy, presidente de la FIAF (Federación de Archivos Fílmicos). Mencionemos también la actividad de otros polos cinéfilos como el Instituto Goethe, la Alianza Francesa, el CC de España, La Ventana Indiscreta de la U. de Lima (que inauguró un festival) y el cineclub de la U. Cayetano Heredia.
Este año se igualó el récord de estrenos de 2015, con 28 producciones nacionales en cartel (hubo 17 en el 2014). De ellas, tres constituyen por su diversidad propuestas que hacen avanzar a nuestro cine. Nos referimos a Extirpador de idolatrías (Manuel Siles), Videofilia y otros síndromes virales (Daniel F. Molero) y Solos (Joanna Lombardi). No sorprende que las tres tuvieran problemas con un circuito que solo abre sus puertas a un cine fácil y de fórmulas. Nada tenemos contra él, pero sí cuando se le utiliza para estorbar intentos más creativos. Por algo Rosa Chumbe (Jonathan Relayze) sigue sin poder estrenarse.
El año cerró con la noticia del nombramiento de Salvador del Solar como ministro de Cultura. Es la primera vez que contamos con alguien que suma a su preparación académica el ser miembro activo del gremio artístico (es actor, guionista y realizador de Magallanes). Se espera que su portafolio retome la discusión del proyecto de nueva Ley Audiovisual. Los técnicos neoliberales del MEF siguen abonados a un debate sesgado en el que algunos ignorantes afirman que A su mare es la prueba de que el cine no requiere de legislación. Es decir, pretenden que un fenómeno que tiene explicación propia se convierta en receta universal. Toda cinematografía cuenta con un cine de gran público y otro de expresión personal, y este último es apoyado por el Estado.
La lucha de los cineastas y una política proactiva de los responsables de Cultura ha logrado que en los últimos años el Estado convoque a los concursos respectivos y entregue el total de aportes que fija la ley de cine. El resultado es este auge en la producción que hay que saludar, pero para constituir un embrión de industria se requiere de una nueva ley (la actual tiene 22 años). El ministro Del Solar conoce el caso colombiano, donde se ha logrado un cine de calidad.
Este es, apretadamente, un recuento de lo visto y debatido en materia de cine el año que ya acaba. Nuestros deseos para que el 2017 pueda ser mejor.