Presidente. Ministros. Contralor. Congreso. Municipalidad. Defensa civil. Parece que en nuestro Estado cuando no te topas con incompetencia, te topas con corrupción. Sé que hay muchos servidores públicos honestos, preparados, con vocación de servicio. Pero que ellos me disculpen: por estos días se sienten como una ilusa minoría. Si ver un noticiero lo aturde, créame que cubrir las noticias termina por deprimirte. "No se bajen ministros cada dos semanas"; “No se cayó, se desplomó”; “Hagan su trabajo y déjenos trabajar”; “No se anuló, se canceló”; "Espero que aquellos que me acusaron, se retracten"; “Esos contenedores no fueron puestos durante nuestra gestión”; “Después ya vemos cómo salvamos aquí la cara”. Esto. Más. Día tras día. Por eso es un acto de fe creer que el Estado democrático y de derecho funciona. Defenderlo con razones en este contexto es casi imposible. Afuera hay buenos ejemplos, pero el pasto siempre se ve más verde del otro lado de la reja. Probar la eficiencia de nuestras Instituciones es tan absurdo como querer dar pruebas puras y duras de que Dios existe. Gracias señores políticos. Hay momentos que ya no parece tener sentido defender nuestro sistema y me declaro una agnóstica democrática. Pero no me tilden apresuradamente de facha que está pidiendo una dictadura militar; y mucho menos me llamen comunista. Al construir país el ateísmo no es una opción. Esa línea no se cruza. Y de ahí es que viene la frustración. Porque no nos queda otro remedio que creer, sin saber cuándo y cómo la cosa va a mejorar. No queda más que cuestionar a quienes operan el sistema; en un círculo vicioso que parece infinito. Una y otra vez. Toca depositar nuestra esperanza en esto que llamamos democracia, pero que hoy parece más un chiste. No hay otra opción. ❧ Si ver un noticiero lo aturde, créame que cubrir las noticias termina por deprimirte.