“El mar de Magdalena ahogó en tres minutos los sueños de cuatro soldados”, informaba este diario la semana pasada. El titular me atormentó por días. El mar no tiene conciencia de sí. El mar no tiene voluntad para actuar. El mar no ahoga a nadie.La gente sí tiene conciencia, sí tiene voluntad. La gente se ahoga en el mar. “Cuatro soldados se ahogaron en el mar de Magdalena en tres minutos”, debió decir. Y pensarán que soy tonta por ahogarme en un vaso de agua gramatical. Pero pónganle lupa y verán que como se informó esta desgracia termina por hacer lo que desean los comandantes de las Fuerzas Armadas: desvincularse de toda responsabilidad.Nos dice que no importa que los superiores los llevaran en esas condiciones meteorológicas a la playa para un entrenamiento que no estaba programado. Nos dice que no importa que los hicieran ingresar, aunque muchos no sabían nadar. Nos dice que no importa la cadena de imprudentes decisiones de los instructores. El mar es el culpable.Y entonces se me ocurre otro responsable. Y resulta ser el mismo que la semana pasada quemó viva a Marysella, estranguló a Emily cuando intentaba violarla, atacó a Fabiana con un taladro mientras dormía y mató a Hilsia de cuatro tiros por celos.No hay un año que no se denuncien muertes absurdas por tradiciones abusivas y autoritarias que se celebran bajo la “noble causa” de crear hombres bien machos. Esos rituales no son más que la versión cachaca de “los niños no lloran”, “los niños juegan a la guerra, no a la cocina” y “macho que se respeta…”. El machismo, señores, también los está matando.❧