De un lado la “izquierda” llama a los otros corruptos, asesinos, ladrones y brutos. Esperan que la lideresa del fujimorismo libere a su padre usando a sus congresistas y rompiendo una promesa electoral, para decirle mentirosa. Como no lo hace, le dicen mala hija. Cuando permanece callada, le dicen irresponsable, pero cuando habla le recuerdan que no es la presidenta. A los congresistas de la derecha los llaman “impresentables”. Hacen ojos ciegos a las acusaciones contra los presidentes que pusieron. MUTIS. Dicen que el anciano preso falsea enfermedades, porque qué bien cultiva plantas. Hay que matar esas plantas, piensan. Que el inhumano –corrupto, asesino, ladrón y bruto– no pueda tener una planta, por él es inhumano (el que pide que maten la planta no, por supuesto). De otro lado “la derecha” cree que cualquier avance en derechos de las personas es un avance “caviar”. Se niegan a absolutamente todo, encarpetan, vuelven a votar, trampean. Para ellos es preferible que una niña cargue de por vida con el hijo de una violación. Que los gays de sus familias vivan en el clóset. Que los curas pedófilos reciban el perdón divino. Repudian las marchas contra la violencia hacia la mujer, porque las creen caviares. Frenan la lucha contra el feminicidio porque sería aceptar que feminismo es necesario, y el feminismo es caviar. Es preferible vivir en el oscurantismo absoluto que entregar una victoria a la izquierda. Ninguno de los dos grupos piensa ceder un milímetro. Ninguno va a tener la decencia de evaluar sus actitudes. En caso de desgracia, recibir la mano del que quiere ayudar les sería humillante. En medio de esa guerra, el país.