Este jueves vuelve el circo. Pero dudo que a alguien le apetezca ver –otra vez– a un ministro ir al Congreso para hacer parte del espectáculo político que montan los acróbatas que retuercen datos y cifras, junto a los payasos que inflan hechos. Porque, seamos honestos, los parlamentarios que usan de manera adecuada y responsable la atribución constitucional de la interpelación son minoría. Esta semana el turno es para Basombrío y Vizcarra. “¿Por qué tendría que temblarnos la mano?”, dijo la congresista Cecilia Chacón, como si a alguien le quedara duda de que no temen censurar a un ministro. De lo que sí nos quedan dudas es sobre cuál es el concepto de mérito que manejan los fujimoristas: Indulto para un condenado por delitos de corrupción y violación de derechos humanos; censura para el hombre que daba resultados y que al ser desechado por el Perú fue premiado por el Banco Mundial al nombrarlo en su más alta posición en materia de educación. Admito que en el caso del ministro de transportes se deben respuestas sobre la adenda al contrato del aeropuerto de Chinchero. Pero, con tan solo recordar el último pliego de interpelación que le enviaron, temo que el parlamento no estará –ni le interesa estar– a la altura del reto. Aun así, la presidenta del Congreso, Luz Salgado, insiste cual disco rayado en que no son obstruccionistas, sino una oposición que le tiende puentes al Gobierno. Pero parece que para construirlos han contratado al mismo ingeniero que Luis Castañeda. Porque al toque le recuerda a PPK que “tiene el arma para indultar a Fujimori”. Cada censura e interpelación confirma que les interesa más entorpecer y cogobernar, que legislar. Así que a otro perro con ese hueso; que la aprobación del Presidente demuestra que los peruanos comen carne, no cuento.