Supe de la existencia del perro semanas antes de su desaparición. Me contaron que estaba viejo y que tenía una enfermedad que lo haría durar unas pocas semanas. Tuve pena por él. Se quiere mucho a los perros. Algunas personas, a los gatos, pero ese no es mi caso. No los entiendo, pero hay gente que los adora y son, en mi catálogo, humanos inversos a los que queremos a los perros. Necesitan algo distinto de la vida, hacen todo de manera alternativa. Lo acepto sin más preguntas.Este, mi amigo, no quería mucho a gatos ni a perros, pero tenía un perro de su familia viviendo en una casa en la playa. Era un perro estacional, un animalito que solo existía para ellos en los veranos. Durante las otras estaciones, el perro vivía acompañando al guardián de la casa de playa, un señor que, me temo, tampoco le tenía mucho afecto. Tú tendrías que haberle visto la cara a mi amigo el día que me contó que el perro se había ido. Todos ya sabían de la misteriosa mujer que se paraba al pie del jardín por las tardes a acariciar al perro. A la familia le parecía raro, pero en realidad nunca le pusieron demasiada atención hasta el día en que, en un descuido del guardián, la mujer abrió la reja del jardín y se fue junto con el perro viejo y condenado a muerte. Ese que nadie amaba.A mi amigo la desaparición del perro le dejó tres cosas: la sensación egoísta de que le habían robado algo muy preciado, la curiosidad de saber quién era esa mujer y sus motivos y la duda sobre si el perro murió alguna vez o su vida simplemente tomó un nuevo rumbo.Tengo años sonriendo cada vez que imagino al perro viviendo feliz en algún lado con una nueva identidad. Claro que podría haber muerto, pero como no lo sé, es un perro inmortal. ❧