Alexandre Bissonnette era un especialista en –con un click– desplegar un arsenal de agresiones vía redes sociales. Admirador de Trump y Le Pen, este xenófobo, machista y radical detractor de los derechos de los refugiados, era un troll más del internet: otro patético aunque iracundo provocador virtual. El domingo pasado, sin embargo, Bissonnette trasladó el ‘click’ de su dedo índice sobre su pequeño ratón al ‘click, click, click’ de una semiautomática con la que asesinó por la espalda a 6 personas que oraban en una mezquita de Quebec, Canadá. Y, aunque los medios de comunicación tuvieron severas dificultades para calificar el atentado como un acto terrorista –es lo que ocurre cuando el perpetrador es blanco–, eso es terrorismo y, Bissonnette, un terrorista blanco ultranacionalista más.En nuestro país, a fines de noviembre pasado, circuló un audio en que una mujer asustada aseguraba que habían traficantes de órganos que secuestraban niños en Ate. Rápidamente se desató el caos. Esa tarde, producto de la histeria colectiva y la ansiedad de la policía por controlar a la aterrorizada turba, una bala perdida acabó con la vida de María Solano Marín, de 56 años. La policía habría identificado a la autora del audio. Su voz fue contrastada con la de una invitada a un programa de televisión que, como Bissonnette, sería una promotora de propaganda de ultra derecha, un panfleto viviente que la mayor parte del tiempo destila odio y violencia en redes sociales: un troll, pues. Ya pesa una muerte sobre sus hombros. Y ella: libre y troleando…