Hay una concepción generalizada de que nuestra principal tara como país es nuestra diversidad, el hecho de que somos diferentes, que no nos entendemos, que compartimos poco, que vemos el mundo desde lugares distintos y que el otro es un ser imposible de descifrar; de ahí que mejor es desconfiar. Eso es: no colaborar. Esto me lo dijo una especialista en focus groups, un sistema de investigación cualitativa que tiene como propósito conocer la opinión de las personas. También me dijo, “increíblemente, ahí donde nuestra diversidad se conjuga, aparece lo mejor de nosotros: nuestra comida, por ejemplo”. El lanzamiento de Ñuqanchik, nuestro primer noticiero nacional en quechua, por TV Perú, trajo consigo algunos detractores, personas que creían que poner en televisión nacional un programa en quechua era dar un paso hacia atrás. Que la modernidad supone hablar castellano y que ese noticiero era un despropósito, un obstáculo para el progreso. Ellos quisieran que en el Perú, país en el que se hablan 47 lenguas (¿acaso más lenguas que en toda Europa?), se hable una sola. Deberían informarse mejor: La modernidad supone reconocer la riqueza en la diversidad y elevarla a su mejor dimensión: el quechua, según el antropólogo Bruce Mannheim, es la única lengua en el mundo enfocada en el prójimo y no en uno mismo. Es decir, es un idioma no egocéntrico. Su origen está inserto en una visión cooperativa de la vida. Y eso dice mucho de quienes lo hablan, sus valores y su visión del mundo. Quizás nos convenga acercarnos al quechua para ser mejores ciudadanos…