“Es el día del padre, no de la madre soltera”, le contestó un triste infeliz a un texto en Facebook el domingo que hablaba de la paternidad como un rol que las mujeres a veces asumen frente a padres ausentes. Las palabras que desataron la agresión fueron escritas por una amiga académica, muy profesional, joven y bonita que es también madre sola de una adolescente desde el día que su esposo no supo cómo ser papá y se fue dejándola con su hija chiquita. ¿Qué puede pensar alguien que comenta a un mensaje bonito de esa forma? Además de la tontería particular de ese individuo, hay prejuicios culturales que nos dan de comer con el pan. Conceptos como “madre soltera” por ejemplo, como si para ser madre una tuviera obligatoriamente que ser casada, idea que desata el cucufato uso del término como eufemismo de embarazo involuntario. Mamá no tiene estado civil. Se es mamá soltera, casada, viuda o divorciada, pero nadie dice nunca “madre casada”. Así también papá no siempre ejerce la paternidad ni es sinónimo de protección. Si replanteamos viejos conceptos podríamos llegar a ser una sociedad más justa y menos dependiente, miedosa e intolerante en base al prejuicio. Una familia puede estar compuesta por una madre y un hijo. Por un padre y una hija. Por dos madres y una hija. Por dos padres y un hijo. Por dos hombres, por dos mujeres o también por un hombre y una mujer que decidieron o no pudieron tener hijos. No es el género, número de componentes o qué rol en la crianza o el hogar asume quién lo que define a la familia, sino otra cosa que tú sabes. El amor pues, no te hagas. ❧