Las compañías emprenden una carrera desenfrenada por ganar tamaño mediante la compra de rivales. Expertos señalan que la concentración de intereses en pocas manos restringe la competencia, lo cual es malo para los consumidores.,Nunca tan pocas compañías habían tenido tanto poder. Es la era de los grandes imperios empresariales. El 10% de los grupos cotizados en Bolsa genera el 80% de todos los beneficios que se obtienen en el mundo, según The Mckinsey Global Institute. La excusa de la globalización esconde un apetito voraz por el tamaño. Los movimientos de fusiones y adquisiciones (M&A, por sus siglas en inglés) echan humo. La concentración de intereses en pocas manos restringe la competencia. Y eso es malo para los consumidores. La capacidad de presión de los dueños del Monopoly para defender sus intereses se multiplica. Y eso es un reto para los gobiernos. PUEDES VER: Dionisio Romero: “Eventualmente, yo creería que sí podría darse una (ley antimonopolio)” “Los ciudadanos terminarán pagando más caro lo que podría tener a precios más competitivos. La concentración nos conduce a un capitalismo en su grado más extremo”, reflexiona Robert Tornabell, profesor de Esade. Las operaciones de M&A se dan en múltiples sectores y muchos de los acuerdos son transnacionales. Ya no se habla de campeones nacionales sino de líderes globales. En los últimos 12 meses el mercado ha asistido a operaciones de fuste como la compra de Yahoo por Verizon, AB Inbev se ha hecho con SABMiller, Bayer se ha quedado con Monsanto, Marriott ha completado la fusión con Starwood, Chemchina ha lanzado una OPA sobre Syngenta mientras que British American Tobacco quiere hacerse con Reynolds. El penúltimo aldabonazo es la absorción de Time Warner por AT&T. Otro ejemplo de concentración, este fruto principalmente de la debilidad, es el negocio bancario. Tras la quiebra de Lehman Brothers los gobiernos se conjuraron para evitar que en el futuro ninguna entidad financiera tuviera un tamaño tan grande que obligase, si las cosas se torcían, a su rescate con dinero público para evitar con ello que su caída arrastrase al conjunto del sistema. Sin embargo, el famoso “too big to fail” (demasiado grande para caer), no ha hecho más que intensificarse desde el estallido de la crisis. En EE.UU. había 37 bancos en los años noventa del pasado siglo; hoy, producto de las fusiones, solo hay cinco entidades grandes (Citigroup, JPMorgan Chase, Bank of America Merrill Lynch, Wells Fargo y Goldman Sachs) que acaparan el 45% de los activos bancarios totales del país. La reestructuración del sistema bancario en España ha sido igual de radical. De las 52 entidades que operaban en 2009 se ha pasado a 13 grupos en la actualidad. Además, la concentración financiera es de las mayores de Europa ya que la cuota de mercado de las cinco grandes entidades se ha incrementado del 40% al 58%, según datos de Analistas Financieros Internacionales. El grado de concentración de la última década ha sido tal que en muchos sectores como el financiero, el energético, el farmacéutico o las telecomunicaciones han surgido auténticos oligopolios. La compra de SABMilller por parte de AB Inbev, por ejemplo, ha dado lugar a un conglomerado que controla 350 marcas de cervezas en 25 países. Pero ¿de verdad una compañía es más eficiente por tener más tamaño? La hemeroteca recoge algunos fracasos sonoros de proyectos demasiado ambiciosos. El fiasco del matrimonio entre Daimler y Chrysler (industria automotriz) es uno de ellos. “Cuando el tamaño se busca de manera artificial, por ejemplo, fusionando empresas mal gestionadas, como fue el caso de Bankia, los resultados no suelen ser los esperados. El tamaño debe ser la consecuencia de la competitividad de una empresa, aunque puede reforzarla”, destaca Esteban García-Canal, catedrático de Organización de Empresas y director del Instituto Universitario de Empresa (IUDE). Las nuevas superstar companies —como se conoce en el mundo anglosajón a los grandes conglomerados— son grandes pero de una manera muy distinta a como lo fueron sus predecesores. Hace unas décadas, los dominadores del mercado basaban sus imperios en una gran cantidad de activos y empleados. Ahora, los líderes mundiales caminan más ligeros de equipaje. En 1990 los tres mayores fabricantes de automóviles sumaban ventas de 250.000 millones, un valor de mercado combinado de 36.000 millones y daban trabajo a 1,2 millones de personas. En la actualidad, los tres grandes tecnológicas (Apple, Google y Microsoft) facturan 375.948 millones, tienen una capitalización de 1,64 billones y emplean a solo 296.575 trabajadores. Como diría Bob Dylan, “los tiempos están cambiando”. Claves “Una empresa no siempre tiene que ser más eficiente por ser más grande”, reflexiona Jorge Riopérez, socio responsable de Corporate Finance de KPMG en España. “En principio, la teoría dice que debería serlo, pero está demostrado que no todo es una cuestión de la dimensión que tenga una empresa. La gestión es el aspecto diferencial”, manifiesta Jorge Riopérez.