Flor Padilla retrata a las muñecas que nunca tuvo en su infancia, las que buscan libertad y las que rompen estereotipos. Hoy, estas niñas de ojos grandes forman parte de una exposición en el Icpna Cultural. ,Muñecas de ojos tristes,Muñecas de ojos tristes,Flor Padilla, hija de un ganadero ayacuchano, novia de un hombre que retrata seres fantásticos, dueña de un bulldog francés llamado Van Gogh - como el pintor holandés que se cortó la oreja—, se dedica a retratar muñecas de ojos grandes y mirada nostálgica, como las que no tuvo de niña. Las llama "mis niñas". Pueden tener enormes ojos, rasgos felinos, alas de mariposa. Las retrata como aviadoras, como guardianas de las aves, con caperuzas, narices al estilo Pinocho, sombreros con formas de carrousel y rostros enmascarados. "Las mujeres nos escondemos mucho. ¿Cuánto decimos de nosotras? Esta es una sociedad hipócrita. Aquí no puedes mostrar todo...". PUEDES VER Doña Isabel, la madre de las muñecas peruanas Flor pinta las muñecas con las que le hubiera gustado jugar de niña. "No recuerdo que mi papá me regalara juguetes". En estos 37 años, su padre, un hombre preocupado por la alimentación y la educación de sus hijos, le ha regalado dos muñecas: una Barbie bañista a los nueve; y otra bailarina a los doce, cuando ella ya abandonaba esos juegos. Alguna vez, recuerda, le prometieron una muñeca a cambio de su buen comportamiento en el dentista. Solo ella cumplió el trato. Desde hace más de nueve años se ha tomado la revancha: colecciona muñecas antiguas, y pinta nuevos personajes. En la casa de sus padres almacena las decenas de muñecas que compra en las tiendas de antigüedades. Les cambia la ropa, les arregla el cabello, las llama Clarita, Frida o Greta. Mientras, en su taller de Magdalena –donde vive junto al pintor Ronald Companoca– plasma en cuadros al óleo sobre lienzo, con lápiz y acuarelas, a personajes como las Cat Girls o las de Alicia in Wonderland. Todas mujeres de ojos melancólicos. "Son muy bonitas, pero ¿por qué no las haces más alegres?", le preguntan quienes ven sus cuadros. Flor no les da muchas explicaciones, ni tiene la intención de cambiar esos gestos. "Yo soy una persona así, con mucha nostalgia. Las personas, a veces, me dicen que estoy triste. Tal vez es parte de la infancia que he tenido. Hay cosas que uno no llega a superar...". El camino Cuando Flor era adolescente, le gustaba la Biología porque tenía que dibujar células o partes del cuerpo humano. Cuando era joven ingresó a la carrera de Educación en San Marcos y no duró ni un mes. Estudió Zootecnia en la Universidad Agraria de La Molina mientras llevaba clases de Retrato y Figura Humana en el Museo de Arte de Lima. "Mi sueño era terminar mi carrera, pagarme un taller y seguir pintando". En el 2008, ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes, donde decidió escarbar su vida y su pasado: "No había juguetes, no había papá". En sus inicios, la artista pintaba a niñas sin brazos ("para materializar la falta de afecto"); luego afinó su propuesta y creó a sus muñecas. Las dotó de nostalgia, pero también las empoderó. Flor y sus niñas están en contra de la corriente. Cuando era pequeña, la artista se alejaba de las tareas del hogar, y se acercaba al trabajo duro del campo. Ahora, de adulta, rechaza los parámetros que la sociedad le impone a las mujeres de su edad. "Mis muñecas enmascaradas tienen dulzura, pero también ocultan algo. Lo mismo pasa conmigo: no muestro todo porque el mundo no está preparado para que le diga, por ejemplo, que no quiero tener hijos". El Mágico Realismo de Flor Padilla apunta, sobre todo, a las mujeres. "Sueño que con mis obras una niña se sienta ella misma y encuentre la libertad". Por lo pronto, un poco de eso está en la exposición #ConMiRetratoNoteMetas del Icpna Cultural (Jr. Cuzco 446, Lima). Sus retratos están entre las creaciones de otros veinte artistas; sus cuadros y su lucha escondida detrás de grandes ojos tristes.