Un gesto se les escapa. Tan pronto digo “sí, vivo sola”, abren los ojos o sueltan una sonrisa torcida… o ambas. Pasa con iguales, menores o mayores que yo (ojo: de todas las edades, no todos los hombres)... ¡ah y con mis vecinas, pero ese es otro tema! ¿Qué es lo que piensan? Estoy segura de que va por las líneas de: “me ahorro el telo”, “es supermovida”, “ya la hice linda”. Para ellos, las que nos fuimos de casa antes de casadas somos, por decir poco, fáciles; y por decir mucho, ninfómanas. Juran que andamos como locas buscando con quien revolcarnos.Esa hambre se nota. A Renzo lo conocí bailando. Todo era normal hasta que me preguntó dónde vivía mi familia. Le di la noticia y soltó un: por estos días caigo en tu depa. Una y otra vez saludaba para ver cuándo estaba en casa. Dos o tres ignoradas bastaron para que planteara: o si gustas vamos al cine. Acepté porque ya me tenía harta.Llegó puntual, cosa rara en esta ciudad. Y pagarían por ver su cara cuando le abrió un amigo a quien le pedí acompañarnos en la velada que sospeché Renzo tenía planeada. Ahí estaba todo musculoso con una botella de champán que nadie le había pedido, una rosa y su sonrisa de galán de medio pelo; que se volteó en microsegundos. “¿Él ya se va?”, me preguntó. “Está de visita, se está quedando aquí… igual vamos a salir, ¿no?”, le respondí. En cuestión de minutos una emergencia ocurrió y se fue por donde entró. Pero estoy agradecida porque al menos se anunció. La mayoría llega cuando les da la gana...incluso a las 3 a.m.Y no es que sea más irresistible que Kim Kardashian; me sobran kilos y faltan ganas. Esto le pasa a cualquier mujer que vive sola. Pregúntales y te contarán. Ya va siendo hora de que entiendan que si mis paredes hablaran les dirían que lo que pasa aquí no les importa, y que mi espacio es sagrado. No vean putas donde hay mujeres libres, señores.