La ingeniera peruana Rosa Gálvez se ha convertido en la primera senadora latinoamericana en Canadá. El primer ministro Justin Trudeau la nominó por sus méritos profesionales. Esta semana conversó con Domingo., Dos días a la semana, la PhD Rosa Gálvez Tantaleán, 55 años, patea pelotas de fútbol. La ingeniera geoambiental se encarga de rechazar los balones que llegan a su área en los partidos de la liga amateur de la provincia de Quebec, en Canadá, donde vive hace más de treinta años. Hincha del Manchester United, del Leicester City y del argentino Ángel Di María, la peruana que acaba de convertirse en senadora de Canadá no se pierde los partidos de la Premier League. PUEDES VER: Obama pide en Lima no suponer lo peor con llegada de Trump Rosa Gálvez, defensa y arquera de los equipos de Quebec, es la primera senadora de origen latinoamericano en Canadá. También es ingeniera civil de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), magíster en Ingeniería Ambiental de la Universidad McGill (Canadá) y PhD en Ingeniería Ambiental. A inicios de noviembre, el primer ministro Justin Trudeau la llamó para avisarle de su nominación. Rosa representará a la provincia de Quebec en el Senado por sus méritos científicos y no por su militancia política, según dispone el nuevo formato de elección. En su caso tiene como principales logros la investigación medioambiental, y la creación de nuevos conceptos y procesos en ingeniería. Rosa es un referente internacional. Esta semana, la ingeniera civil estuvo en el Perú. Se quedó en un hotel de Miraflores porque casi toda su familia vive en Canadá. Dictó charlas a estudiantes de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, visitó el Congreso, y recibió condecoraciones de la UNI y del Colegio de Ingenieros. "En la UNI me hicieron llorar. Todavía no lo logran en Québec", dice la científica. Rosa saluda con un apretón de manos. Quiere conversar sin esconderse del sol. Dice que en la Ingeniería -un campo académico antes dominado por los hombres- tuvo dos ventajas: saber de vinos y de fútbol. En el Perú era una espectadora de partidos. En Canadá juega dentro de una liga mixta y de mujeres. "Son más jóvenes que yo. Pero juego bien", dice. El camino de la científica La investigadora habla francés, inglés e italiano. Tiene más de ochenta artículos científicos indexados. Ha realizado proyectos en Chile, México, Italia, Francia y Perú. En la Universidad de Playa Ancha de Chile fundó el programa de bachillerato en Ingeniería Ambiental. En la Universidad de Guanajuato de México creó la maestría en Ciencias del Agua. En la Universidad Laval de Canadá, donde enseña desde 1994, fundó el programa de Ingeniería de Aguas. Cuando Rosa Gálvez tenía 23 años, debía ir a los barrios de San Juan de Lurigancho y Villa El Salvador para convencer a las juntas vecinales sobre la necesidad de implementar agua potable. "A nosotros nos habían enseñado a calcular, no a hablar con la población". Ese era solo el inicio. La senadora ha colaborado con el Consejo Nacional de Investigación de Italia y participado en cátedras de las Naciones Unidas en Francia. Ahora es directora del Departamento de Ingeniería Civil y Agua de la Universidad Laval. Desde adentro Cuando era niña, la científica disfrutaba de la oscuridad de Chota, Cajamarca. Allí pasaba las vacaciones junto a sus abuelos, en su chacra, con los animales y los árboles frutales. "No tener luz era algo agradable". A los 55 años, con tres hijos canadienses, no rompe el vínculo con la naturaleza y la sostenibilidad. Recicla metales, plásticos, vidrios y hasta hace compost. Tiene un carro eléctrico e insiste en ponerle un freno al cambio climático. "Creo que estamos cerca a un punto de no retorno", dice. Su labor ambientalista le ha dado varios distinciones. Star Teacher en el 2007. Inmigrante Notable en el 2008. Premio Orgullo Peruano en el 2009. Ahora, como senadora, dice que le preocupan temas como el cuidado del agua, desechos sólidos, calidad de aire y cambio climático. En diciembre se oficializará su designación. Rosa revela que su flor preferida es la orquídea. De hecho, tiene una colección de treinta plantas en su casa de Canadá. "Una vez, un enamorado me dijo que yo era como esas flores: no necesitaba tierra para crecer". Era un justo piropo.