Cada año los internos de este centro juvenil participan en un taller audiovisual donde actúan, graban, dirigen y editan sus cortometrajes; analizan películas y reciben clases de reconocidos directores. En el cine buscan -y encuentran- la libertad.,Cinco muchachos quieren huir del Centro Juvenil de Diagnóstico y Rehabilitación de Lima (ex Maranguita). Cabeza rapada, sandalias y buzo verde olivo. Los internos golpean el enorme portón que los separa de la avenida Costanera, en San Miguel. Dos forcejean los costados, uno palanquea la pequeña puerta central. Los jóvenes quieren abrir el portón usando palos de madera. Pero la enorme estructura de metal está sellada con tres candados. La resignación, entonces, se apodera de ellos. Uno suelta el palo y se toma la cabeza. Otro, el que ideó la fuga, cae de rodillas al suelo. PUEDES VER: Día de visita en Maranguita La cámara solo enfoca sus ojos y cambia la escena. Es el minuto 9:46 del cortometraje Libertad. Allí, los cinco internos solo actúan. No es una fuga, sino la grabación de la película que -además- dirigen, producen y editan. Desde hace cuatro años los jóvenes del Centro Juvenil de Lima, adonde llegaron por infracciones como robo u homicidio, participan en un proyecto de formación audiovisual promovido por el Poder Judicial, el Ministerio de Cultura y la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Estos muchachos de rostros ocultos ahora analizan películas, estudian la historia del cine, aprenden edición, usan cámaras, elaboran guiones y crean historias. Lo hacen porque así lo eligieron. Decidieron contar historias con imágenes. -"El 'corto' Libertad trata de un sueño nomás, de lo que todos pensamos cuando llegamos acá", dice Angelo, el director del equipo, con 19 años de edad y cuatro en Maranguita. -¿Y qué piensan? -"Escapar". Detrás de cámaras Entre mayo y setiembre de este año, más de veinte internos se reunieron en el auditorio del centro para aprender de cine. Observaron atentos películas como Paraíso, Contracorriente, El Pibe, Rápidos y Furiosos y Viejos Amigos. Gritaron como niños emocionados con la cinta animada Metegol. La cartelera era variada los miércoles y viernes, cuando se realizaba el taller. Jesús, 16 años, intenta "borrar" con saliva el tatuaje que lleva en la muñeca y dice que su película favorita es el Oso Ted. El muchacho, uno de los menores del grupo, tiene una pulsera rosada con el nombre de su hermana de cuatro años. El pequeño camarógrafo y sonidista del cortometraje ¿Qué será de mí? dice que sus errores no se los puede contar a nadie. Los internos de Maranguita han tenido como profesores a los cineastas Marianela Vega (Rodar contra todo), Héctor Gálvez (NN), el artista audiovisual Efraín Bedoya (cine experimental) y el sonidista Willy Ilizarbe. Pero quienes estuvieron todas las semanas con ellos fueron la coordinadora del proyecto 2016 Lorena Best y los asesores Aldo Cáceda, Pavel Solís, Juan Carlos Martínez y Natalia Maysundo. Cada uno tuvo a su cargo un equipo de cuatro o cinco internos. "No sabemos por qué los chicos están allí. No nos interesan las razones", dice Joanie Guerrero, promotora del taller desde el 2013 e integrante de la Dirección Académica de Responsabilidad Social de la PUCP. Para ella, este proyecto permite -entre otras cosas- que los alumnos conozcan distintas realidades, critiquen los productos audiovisuales y expresen emociones. En setiembre pasado, finalmente, se exhibieron los resultados: cuatro cortometrajes. Causa narra la historia de amistad de dos internos de Maranguita. ¿Qué será de mí? cuenta las dificultades y la superación de un exinterno de este establecimiento. Viviendo en este mundo muestra la vida de un joven luego de cometer una infracción y ser detenido. Y Libertad es la historia de una fuga frustrada. En estas películas no hay rostros, ni apellidos. Las escenas se desarrollan en la cocina, los cuartos, la peluquería, los patios y el comedor de Maranguita. Los internos aparecen con su buzo, medias y sandalias. Junto a ellos actúan psicólogos, alumnos y hasta agentes de seguridad. Hay voces en off y mucho rap. En los últimos minutos de los cortometrajes aparecen dedicatorias para las madres, padres ausentes y parejas. En los segundos iniciales se leen frases creadas por los mismos internos: "Saber que un día más es un día menos". Los protagonistas En diciembre próximo, el camarógrafo del corto Libertad, Camilo, de 18 años y 19 tatuajes, abandonará Maranguita. Hace un mes, Aldaír, de 17 años y actor del corto Viviendo en este mundo, cumplió su condena. Luis, director de ¿Qué será de mí?, advierte que quiere ser marinero. Edu, el camarógrafo de 17 años, cuenta que le gustaría dedicarse a lo audiovisual ni bien pise la calle. Este taller -dice- le gusta más que otros como carpintería, peluquería, panadería o confección. Los chicos del proyecto de formación audiovisual visten buzos de color verde olivo y marrón. Viven en los patios Mahatma Gandhi y San Francisco de Asís, que pertenecen al tercer programa de los cuatro de Maranguita. Tienen entre 16 años y 19 años. Son de Lima, Ica y Chiclayo. Dicen que han olvidado su pasado. "No se les pregunta por qué están acá. Es como dar vueltas en un charco", dice Marianella Carthy, 67 años, responsable del seguimiento de convenios y capacitacion de los alumnos. Cada interno cumplió con su rol en estos cinco meses del taller y en el único día de rodaje. El director gritó el clásico "luces, cámara y acción"; el camarógrafo corrió detrás de los actores y hasta se grabó un detrás de cámaras. La exposición Hace un mes, los cineastas estuvieron fuera del centro juvenil por cuatro horas. La razón: la exhibición de sus cortometrajes en pantalla grande. El 14 de setiembre, en la sala Armando Robles Godoy, del Ministerio de Cultura, los jóvenes vieron sus proyectos y a sus familias. Marianella Carthy, una pieza clave en este proceso, dice que el cine es un medio de expresión fundamental para los muchachos. Pierre Emile Vandoorne, director de la Dirección del Audiovisual, la Fonografía y los Nuevos Medios del Ministerio de Cultura, detalla que el caso de Maranguita puede funcionar como un piloto para elaborar una guía y replicar esta experiencia en otros centros juveniles a nivel nacional. El director del centro, Vladimir Rojas, espera que más empresas privadas apuesten por proyectos a favor de los más de 900 internos. Piden oportunidades para su reinserción y rehabilitación. A Marianella los muchachos le han contado que todos han querido fugarse ni bien llegaron a Maranguita. El cine, ahora, será su escape.