El 11 de agosto de 2019, ante los ojos del mundo, Perú le dijo adiós a los Juegos Panamericanos que organizó y por los cuales se ganó la admiración de millones de personas, por su despliegue de cultura, color y diversidad en la ceremonia. Esa misma noche, Naysha Montes, una joven promesa de Cañete, hizo su aparición con charango en mano y vestida de blanco y rojo.
Naysha Rocío Montes Suazo, en ese entonces de 24 años, no llegó al Estadio Nacional de Lima por casualidad. Ya tenía años luchando por sus sueños. Desde temprana edad, estimuló su virtuosismo para tocar instrumentos como la guitarra, la quena, la zampoña, el bombo y el charango. A sus 15 años, grabó su primer disco, titulado ‘Contra viento y marea’. A la par, adquirió su amor por la selva central, lugar que le valió para adentrarse en la cultura asháninka.
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En esta entrevista para La República, Naysha Montes, de 29 años, recuerda su paso por los Juegos Panamericanos 2019 y habla de su amor por Mazamari y por la cultura asháninka. Además, se muestra agradecida por la oportunidad de haber compartido la conducción de ‘Miski Takiy’ junto a Saywa.
—¿Cuánto has crecido desde tu paso por los Juegos Panamericanos 2019?
—Ha sido un camino muy bonito. Ese año tuve que madurar de golpe en muchos sentidos. La experiencia me enseñó mucho, no sólo en la carrera, sino también en lo personal. Gracias a ese episodio, pude seguir componiendo, conocí a más artistas y empecé a conectar más con la música que quería hacer. Cuando vi todas esas danzas (en el Estadio Nacional) expresándose a la vez, me quedé muy admirada. Sigue siendo un camino difícil apostar por el folklore en el Perú y que busca ventana en el mundo, pero ver a todos los chicos fue muy revelador. Ese 2019 me cambió bastante.
—A tus 29 años, ¿eres la artista que soñaste ser desde niña?
—Estoy en el camino. Siento que con esta conversación más interna, me voy diciendo y aceptando cada paso que he dado. A veces uno no valora y le cuesta todavía decir ‘esto que has logrado cuenta y muchísimo’.
—¿En algún momento dudaste de ti misma?
—Sí, muchas veces, sobre todo ese 2019. A inicios de ese año, estaba buscando otros caminos dentro de la música, quería incursionar en el teatro musical, pero la vida me agarró y me llevó con mucha fuerza e intensidad allí (Estadio Nacional). En la pandemia también me cuestioné muchísimo sobre qué iba a seguir haciendo, pero entendí -con el tiempo- que eso vale mucho para que valores mucho más el esfuerzo que hiciste para continuar.
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—¿Como mujer, te sientes segura en nuestro país?
—No mucho, sobre todo cuando era niña y adolescente. Fue muy duro. Ahora la seguridad más proviene de mí, de cómo tomo las cosas, de cómo me cuido. Pero no debería ser necesario andar con precaución a nivel extremo. Tuve muchos episodios por los que las niñas no tendrían por qué pasar. Yo viajaba bastante en busca del sueño de la música, tenía situaciones en las que no todos los adolescentes estaban viviendo (acoso) en la calle y a veces en el mismo entorno musical. Por eso, decidí buscar un camino más serio, más profesional, más sano dentro de la música porque los primeros entornos en los que estuve, no lo eran. Fue intuición cuando les dije a mis papás ‘quiero estudiar música, quiero hacer esto en serio’, pero ahora sé que esas decisiones las tomé porque no quería soltar mi sueño, pero también quería un entorno seguro como mujer.
Naysha feliz de vivir en Mazamari: "Es como estar en mi versión de paraíso". Foto: Sandy Carrión Cruz/La República
—¿El tema de la inseguridad te ha hecho reflexionar sobre la maternidad?
—Es de las preguntas que he tenido conmigo. No siento mucha ilusión de la calidad de vida que pueda llegar a tener una persona que traiga a este mundo. No he pensado más allá porque tomé la decisión de no ser mamá. Junto con mi esposo hemos tomado la decisión, de la manera más tranquila y más sana. Ambos tenemos muchos sueños y muchos proyectos. Acabamos de consolidar una empresa para poder hacer música. Eso sí lo podemos desarrollar y apostarlo todo.
—¿Qué tanto te ha nutrido tu aventura por ‘Miski Takiy’?
—Bastante. Ha sido otra sacudida de la vida que me dio. Yo estaba viviendo en Cañete y de pronto me llamaron para el casting. Felizmente todo no salió positivo y Saywa fue una gran persona desde el primer momento. Me ayudó muchísimo, me dio muchos tips, incluso cantábamos juntas para el programa. A veces solo ensayábamos por hobby. Era alucinante ver que la persona que habías admirado toda tu vida, ahora era tu amiga. Es increíble, ha sido una gran experiencia.
—¿Por qué te fuiste de ‘Miski Takiy’?
—Tenía que continuar mi camino en la música. Haber estado en un programa que había admirado tanto a nivel nacional, fue increíble.
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—¿Cómo llega la cultura asháninka a tu vida?
—Yo empecé con la música andina y latinoamericana gracias a mi papá, él tocaba en varias bandas y luego yo aprendí a tocar esos instrumentos. Pero a la par de esa influencia andina, yo venía constantemente a la selva. Ahora que soy más consciente de las cosas que me gustaban y de las que no me gustaban cuando era niña, mi afinidad con la selva siempre ha existido, este fue mi lugar seguro. Yo venía a olvidarme de preocupaciones y a disfrutar con mis primos, con mis abuelitos, con mis tías. Entonces, la selva para mí realmente fue un lugar muy tranquilo. Luego, conozco la cultura asháninka investigando sobre el tema ambiental. Ellos ven a nuestra Madre Tierra de una manera muy diferente. Son conscientes de que están aquí de pasada y de que la tierra es simplemente un lugar que les da literalmente la vida y que hay que protegerla. Me sentí muy alineada con su forma de entender la vida y por eso me empecé a inspirar en su música.
—También te ha seducido el quechua. ¿Cómo nace ‘Warmi Awqa’ (Mujer guerrera)?
—‘Warmi Awqa’ es una bonita forma de compartir con las personas que escuchan mi música mis dos mundos: el mundo andino y el mundo amazónico. ‘Warmi Awqa’ es una historia contada en quechua, pero que trata de una mujer guerrera del Antisuyo (zona de la selva). Cuando encontré la letra en un libro maravilloso, dije ‘la tengo que volver canción’. Y se hizo realidad.
—¿Qué satisfacciones te ha dado ‘Warmi Awqa’?
—Estoy muy feliz. Ha sido una nueva etapa para mí en cuanto a producción. Además de componer, arreglo mis propias canciones y pongo la parte creativa. Me encanta mi lado formal dentro de la música, que es de producción musical. Vengo produciendo mis anteriores canciones y esta la pude trabajar de la mano de Jonathan Mendoza, quien además de ser mi esposo, es mi socio en Impokiro Producciones. Es una canción que tiene un mensaje de mucho poder femenino porque es la historia de una guerrera en una época en que a las mujeres no se podía ver esa fuerza tan latente. Así que ha sido un honor y un reto. Estoy muy feliz de que la gente pueda entender que hay un espíritu guerrero en todas las mujeres.
—¿Y qué nos puedes contar de ‘Aitanaji’?
—‘Aitanaji’ significa ‘ya basta’ en asháninka. Nació en la pandemia y el corazón de esta canción es un llamado a la acción. Estábamos viendo cómo las consecuencias de nuestras acciones humanas lastiman a la Madre Tierra. Y cuando iba componiendo ‘Aitanaji’, me imaginaba que nos diría la Madre Tierra. Hay una frase que dice ‘Naro ina kipatsi’ (soy la Madre Tierra), luego dice ‘por qué no podemos vivir bien juntos, si te doy vida y amor’. Es como un diálogo entre la humanidad y ella, que nos quiere tanto.
—¿Qué se siente ser una hija adoptada de Mazamari?
—Mazamari está en mi corazón desde toda la vida. Estar acá es como estar en mi versión de paraíso. A veces me pongo a contemplar un cielo totalmente despejado, unas nubes preciosas, la vegetación hermosa. Yo soy muy feliz aquí. Los peruanos y cualquier persona en el mundo también debería tener esa bella posibilidad de disfrutar un lugar así. Yo estoy agradecida porque la gente se llegó a identificar con las primeras canciones que lancé, cuando era quinceañera. Aquí lancé mi primer disco con una canción que se llama ‘Mazamari’ y la gente hasta ahora me dice ‘esa es nuestra canción’. Que pasen esas cosas es increíble, así que soy doblemente feliz por el lado musical y por el lado familiar. Este es mi paraíso y si vienen a Mazamari, les va a encantar.
Naysha: "Además de componer, arreglo mis propias canciones y pongo la parte creativa". Fotos: composición LR/Instagram/Naysha Montes
—Se viene la Fiesta de San Juan, ¿qué habrá en Mazamari por esas fechas?
—Van a pasar cosas maravillosas porque se está haciendo un relanzamiento del turismo en Mazamari. Siempre ha estado latente, pero como mazamarina de corazón, he sentido que se necesita realzar más nuestra selva central. Tengo el honor de que me hayan nombrado ‘Embajadora de Mazamari’. Todavía no lo puedo creer, estoy muy feliz y agradecida. Durante la Fiesta de San Juan, van a haber muchas actividades que no se han hecho antes, esa parte del plan me parece productiva para los pobladores porque el turismo mueve mucho positivamente. Es hora de que el Perú y el mundo conozca más de Mazamari, no solo como la zona del VRAEM, que tiene una imagen que ha causado mucho temor durante mucho tiempo, sino que es un lugar donde la gente es muy trabajadora y tiene paisajes maravillosos que están por descubrirse.