Por Armando Mendoza Economista Aunque es indudable que las industrias extractivas (notoriamente la minería y los hidrocarburos) han tenido y tienen un impacto económico considerable, no solo a nivel nacional, sino también regional y local, la realidad es que existen preguntas pendientes en relación con las reales dimensiones de dicho impacto, dado que frecuentemente las cifras que se presentan resaltando dicha contribución solo dicen parte de la historia. Ejemplo de lo anterior es el caso de las compras de la minería: acorde a fuentes oficiales, en el año 2008 el volumen total de compras de dicho sector ascendió a unos 19,600 millones de soles; suma enorme de la cual –oficialmente– solo el 15% correspondió a compras efectuadas en el extranjero. Igual de importante es que de dichas compras, un 20% (casi 4,000 millones de soles) calificaron como locales y regionales (véase gráfico). El problema es que al examinar esas cifras surge la cuestión de cuántas de dichas compras corresponden realmente a bienes producidos en el país, con valor agregado domésticamente, y cuántas compras son de bienes foráneos, pero que al adquirirse a intermediarios nacionales (por ejemplo, un importador) sufren una alquimia maravillosa, pues clavos “made in China” pasan a considerarse como si fueran “made in Perú”. Igual sucede al nivel local y regional: una compra “local” no implica que el bien adquirido haya sido producido localmente, con lo que en la práctica el nivel de encadenamiento y articulación entre una industria extractiva y su entorno podría ser más limitado de lo que las cifras y etiquetas oficiales sugieren. Lo anterior refleja los problemas existentes para evaluar el impacto de la minería y otras actividades extractivas, y su vinculación con las economías regionales y locales; en particular en rubros claves tales como la generación de empleo o el desarrollo productivo; y, en ese sentido, a menudo la propaganda y el publicherry le ganan al sentido crítico, alimentando expectativas injustificadas que luego no se cristalizan, convirtiéndose en fuentes de conflictos. Por otro lado, es innegable que el encadenamiento entre las industrias extractivas y las economías regionales y locales exige una diversidad de requisitos y condiciones, como mano de obra capacitada que en algunas zonas no es posible satisfacer. Así, es necesario evaluar críticamente las oportunidades que las industrias extractivas pueden generar para los agentes locales con una visión realista de qué oferta local podría razonablemente desarrollarse y qué no. Ciertamente, no siempre es posible hacer un análisis desapasionado, pues las demandas y expectativas alrededor de los proyectos mineros, petrolíferos, etc., con frecuencia se desbandan (en ocasiones, por culpa de las mismas empresas) en una mezcolanza de intereses económicos, sociales y políticos. Sin embargo, es una tarea que vale la pena emprender como parte de un proceso de desarrollo hacia “adentro” para que (¿quién sabe?) quizás algún día los clavos dejen de ser “made in China! o “made in Lima”, y sean “made in Cotabambas”.