Todos los días de su vida, desde que se levanta hasta que se acuesta, para Gloria Vílchez (68) el dolor está ahí.
Siempre está ahí.
Cuando se lava los dientes, cuando cocina, cuando pasa la escoba, cuando se ducha y cuando va al mercado, el dolor está presente, como una sombra que la acompaña adonde vaya.
Ella dice que, gracias a Dios, por lo general es un dolor leve, tolerable, y que es como cuando alguien te da un abrazo muy fuerte.
Pero hay días en los que es insoportable. El dolor se siente en la cervical, en los omóplatos, y se expande por toda la espalda. Sucede, por lo general, cuando está muy tensa o cuando se le sube la presión. Entonces, siente que alguien le estuviera desmembrando los músculos.
La primera vez que lo sintió fue hace cinco años. En la nuca, en la espalda. El médico le mandó a hacer exámenes, sangre, tiroides, etc., le dijo que no tenía nada, que era psicosomático y que mejor viera a un psicólogo.
El psicólogo, después de muchas consultas, la mandó a un reumatólogo. Y fue así que, casi dos años después de que el dolor brotara en su cuerpo, le diagnosticaron fibromialgia.
A Gloria Vílchez le dijeron que el dolor nunca desaparecería. Que tendría que aprender a convivir con él. Que debía tomar sus pastillas,
hacer sus ejercicios, procurar descansar a sus horas. Y sobrellevarlo con estoicismo.
A Gloria Vílchez (68) le han dicho que su dolor nunca desaparecerá. Foto: Miguel Rivera/ La República
Y eso es lo que hace, todos los días de su vida. Dice que, como sobreviviente del cáncer, ella es una luchadora. Nunca se deja derrotar
por ese mal compañero. Sigue haciendo sus cosas, sigue tejiendo por puro placer, dando largos paseos, tratando de vivir una vida plena.
A pesar del dolor. Como tantos peruanos.
De acuerdo con el estudio “Prevalencia, cronicidad y características del dolor en Lima”, presentado recientemente por la Asociación
Peruana para el Estudio del Dolor (APED), hay más de 3 millones de adultos en Lima Metropoitana viviendo con dolor crónico.
De esa suma, el 33.6% –es decir, más de 1 millón– no reciben tratamiento de ningún tipo.
–El dolor crónico es un problema de salud pública, en el Perú y en el mundo –dice Enrique Orrillo, médico neurólogo y presidente de AS-PED–. A causa del dolor, el individuo ve cómo poco a poco se van limitando sus actividades diarias, como levantarse de la cama, comer solo, tomar una ducha, sus actividades laborales, de pareja, sus relaciones interpersonales.
Antiinflamatorios no esteroideos, los más usados ante este problema. Foto: La República
Orrillo cuenta que desde el año 2001 la OMS considera el dolor crónico como una enfermedad y establece que el tratamiento del dolor es un derecho humano.
Sin embargo, dice, muchos profesionales de la salud siguen tratando al dolor como un síntoma y no como una condición aparte que
debe ser atendida con detenimiento.
–El problema es que los médicos no salen de las universidades con un conocimiento exacto de lo que significa el dolor crónico como enfermedad –dice–. Se enseña el dolor como un síntoma, algo que no se ajusta a la realidad.
El geriatra Ian Falvy, especialista en dolor, dice que en el Perú se suele prescribir antiinflamatorios no esteroideos que en muchos casos no surten efecto ante el dolor crónico. Otro problema, agrega, es que muchos médicos recetas pastillas sin profundizar en las causas del dolor. Y otro, que las personas que tienen este problema muchas veces se automedican.
–Necesitamos que en las facultades de Medicina se enseñe el tratamiento del dolor, en los cursos de pregrado y postgrado –dice, por
su parte, Enrique Orrillo–. Que salgan médicos con esta especialidad, porque hacen falta.
Piden enseñar cursos sobre el dolor en las facultades de Medicina en Perú. Foto: La República
Pierina Guerra (33) recuerda la noche que llegó de emergencia a la clínica, hace dos años, sintiendo que no podía más.
Llevaba meses padeciendo ese dolor, sin saber la causa, hasta que un neurocirujano le dijo que tenía una hernia lumbar. Le prescribió
algunos medicamentos, pero para entonces ya no parecían surtir efecto. Esa noche estuvo en la clínica seis horas, conectada a una vía. El personal de salud le aplicó un fármaco y luego otro, hasta que después del tercero, que tampoco dio resultado, le dijeron que ya no podían ponerle nada más. Pierina se fue a su casa. La mañana siguiente, al levantarse, se desmayó.
El dolor era verdaderamente inaguantable.
Pasaron varios meses hasta que la joven encontró a un médico especialista en dolor que le ofreció un tratamiento integral, que la ayudó a parar esos corrientazos que de tanto en tanto recorrían su pierna izquierda como si la hubieran conectado a una fuente de electricidad.
Hoy, que casi ya no siente molestias, se sorprende de que pasara tanto tiempo hasta que pudo encontrar la ayuda adecuada.
–Debería haber más médicos con esta especialidad –dice–. Y la gente que tiene años viviendo con dolores crónicos debería saber que puede acudir a un especialista a que las ayude.
El doctor Orrillo dice que en los últimos años el conocimiento de la atención al dolor se ha profundizado mucho en otros países.
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–Han aparecido en el mercado nuevas sustancias que están siendo usadas para el dolor crónico, como algunos anticonvulsionantes, algunos opioides, algunos analgésicos que están siendo usados en las partes centrales del sistema nervioso –dice.
Agrega que cada vez más se conocen nuevas técnicas de terapia física, de relajación, tratamientos psicológicos, que ayudan a las
personas que viven con esta condición a tener una mejor calidad de vida. Pero todo ese conocimiento todavía es muy limitado en el Perú.
–Uno de los objetivos que nos proponemos como ASPED es lograr que haya una Maestría en Dolor –dice–. En la Universidad San Marcos ya hay un diplomado y una maestría en Cuidados Paliativos. Es el primer paso, y ya hay otras universidades que se están interesando. Esto va a cambiar la forma en que el médico peruano va a enfrentarse a este problema.
El papel de los opioides
Los médicos Enrique Orrillo e Ian Falvy no creen que aumentar el uso de medicamentos opioides para atender el dolor crónico constituya un riesgo en el Perú, a pesar de lo que sucedió en los Estados Unidos con la epidemia de opioides. Orrillo dice que lo que ocurrió en ese país fue un “exceso de prescripción”, fomentada por malas prácticas empresariales, y que en el nuestro la prescripción de ese tipo de fármacos está regulada de manera muy estricta.