El profesor José Luis Rénique ha escrito valiosos libros, entre ellos “La nación radical” y “La batalla por Puno” (Editorial La Siniestra Ensayos), donde analiza a la región sureña, con su proceso complejo y frustrado, con su difícil relación con la Lima centralista y distante. El historiador nos da una mirada diferente de los sucesos ocurridos en días pasados y que aún causan zozobra por sus dolorosas consecuencias.
Uno ve lo sucedido en Juliaca y se pregunta ¿qué puede explicar tanta violencia?
Puno es una especie de prueba ácida de la consistencia de la república peruana. Lo ha sido por mucho tiempo, a lo largo de los 200 años de república. Por su ubicación geográfica, por su naturaleza cultural, por su naturaleza social. En Puno hay una dinámica comunal, la toma de decisiones que une al campo y a la ciudad, lo que genera una opinión pública muy particular, que se ha ido renovando, con sus redes comerciales, con la conducta política. Hasta hace más o menos 20 años esta hambre de participación en la vida nacional era más o menos bien intermediada por las élites políticas departamentales que se vinculaban con partidos, organizaciones de nivel nacional. Todo eso colapsó. Y en los últimos 20 años de manera muy confusa, desarticulada, todo ese potencial ha ido buscando una expresión y la ha encontrado en dirigentes de base que tienen un punto de vista radical sobre la relación con el Estado. La radicalidad de Puno no viene de azuzadores como dice la retórica oficial, sino de un profundo resentimiento, de la falta de reconocimiento de la república, llevando las relaciones entre región y Estado central a un punto extremo.
Se argumenta injerencia externa.
No es raro que muchos puneños miren a Evo Morales y al MAS con interés. Hay que tratar de ponerse en los zapatos de ellos para entender que la tensión con Lima, con el Gobierno central, genera una búsqueda de otras maneras de vivir. Cuando algunos dicen refundación de la república -término que le parece muy chocante a académicos que proclaman la inmarcesible existencia de la república- están expresando un sentimiento todavía por articular, que es concomitante con la naturaleza de la región puneña. Y ante eso, en una situación de crisis del Estado peruano, la única respuesta es la bala, es la represión brutal, como ha sucedido a lo largo de la república.
¿La región se siente más cercana, también en términos políticos, a Bolivia?
No me sorprende que en estos 20 años de transición que ha vivido Puno en una búsqueda de un discurso regional propio, proceso aún no concluido, en un momento de indignación se mida la obvia vinculación con Bolivia como alternativa política también. Esa vinculación con Bolivia se ha dado desde la Candelaria hasta el contrabando, desde lo cultural, desde el modo de vida, etc. Hay una continuidad, que cualquiera que viaje por esas regiones puede comprobarlo. La cercanía a La Paz frente a la distancia de Lima es un hecho en la historia del Altiplano. Y hoy día se busca ver eso como un tema de seguridad nacional. Y se arremete contra un tejido que está ahí. Y que va a seguir estando ahí después que esta crisis pase.
Cuando un político en Lima dice que hay manipulación, ¿revela miopía histórica?
Así es. Mire, si uno escucha al primer ministro (Alberto Otárola), su lenguaje se parece más al de la liga de hacendados del sur de los años 20 que a un lenguaje republicano, democrático, propio del siglo XXI. Se usan palabras como asonadas, azuzadores, terminología que parte de la presunción de que toda movilización es generada por un agente exógeno, descalificando así la capacidad de la gente de experimentar ira, indignación, y de poner en práctica ese estado de ánimo.
Hay ciudades en otras zonas fronterizas con notorios problemas de desarrollo, no solo al sur, las hay en la amazonía, en el norte, ¿por qué entonces en Puno ese estallido es más beligerante?
Puno tiene motores propios. Tiene dinámicas propias que la convierten en un actor político. Creo que los puneños descubren o reafirman su autonomía en la práctica, las rutas comerciales, las maneras de sentir, la manera de vivir su cultura. Tienen un tinte de autonomía muy fuerte que, evidentemente, prolifera a contrapunto con la inercia o la falta de atención del estado central. Ahora bien, en una situación de crisis como esta que genera esa cantidad de muertos, en que las autoridades regresionan al lenguaje de los gamonales de los años 20, obviamente la inflamación es mayor y se genera una suerte de distopía, es decir, el deseo de fragmentación de una parte del Perú.
No todo el sur reaccionó como Puno, ¿hay un trato diferente con la Lima centralista?
Hay diferencias en términos de la relación con Lima entre Arequipa, Ayacucho, Cusco o Puno, pero también hay una serie de características propias de Puno que han sido mantenidas incluso dentro del marco de una pobrísima modernización liderada por el comercio de lanas durante décadas. Porque Puno estaba vinculada a la economía mundial a través de las casas comerciales de Arequipa. Y de otro lado, la población puneña ante la falta de reconocimiento, ante la sensación de diferencia cultural, de diferencia étnica, se refugió en su propia cultura que está muy viva y cualquiera que visite Puno, por ejemplo, en la época de la Candelaria, puede ver. Es el carácter, la personalidad de la región.
"La cercanía a La Paz, frente a la distancia de Lima, es un hecho en la historia del Altiplano. Y se busca ver eso como tema de seguridad nacional”, explica Rénique. Foto: EFE/Stringer
En este conflicto político social estamos viendo grandes masas radicalizadas, pero no hay líderes regionales visibles.
Después de la mala experiencia con sucesivos liderazgos, a veces vinculados a partidos nacionales, vinculados a un partido regional desprendido de la Democracia Cristiana, como fue el ‘cacerismo’ juliaqueño, con el Frente Nacional de Trabajadores Campesinos, Puno cayó en una especie de fragmentación política. Y lo que hay ahora son muchas instancias de deliberación política local que buscan hacerse presentes en la escena provincial y departamental, a veces con algún éxito inmediato, pero con relativa pobreza ideológica, política. Entonces, Puno no se ha constituido políticamente en una región con una voz distinguible. Tiene un proceso propio de una sociedad campesina mercantil, fronteriza, pobre, que no logra aún conformar una élite provincial. Habría que hacer un análisis desde la Universidad Nacional del Altiplano, por ejemplo, ¿por qué la élite departamental educada ahí no ha constituido un núcleo sólido?, ¿hacia qué partido se han ido?
Como científico social, ¿halla una explicación a este mapa político donde casi siempre el sur reacciona, pero el norte peruano guarda silencio o concuerda con Lima?
Niveles de integración, movimientos poblacionales, estructura de la economía peruana. Es decir, toda la definición de la república explica tanto su centralismo como su fuerte regionalismo que en el caso de Puno se traduce en un estado coloidal, en una situación de zona de refugio, de una realidad en la cual la búsqueda de una respuesta al Estado nacional es endógena, provincial, local, comunal. Es decir, pasa por circuitos que no reciben reconocimiento del Estado central. Por eso es que digo que Puno es una especie de prueba ácida de la república peruana. Por ser fronteriza, por ser una región largamente identificada con lo indio, con lo extremo, con los extramuros del país.
En Lima acusan a los movilizados de comunistas, lo cierto es que la izquierda ni siquiera aparece liderando estas protestas.
Así es y reitero que la experiencia de los organismos de base que movilizan la dinámica política puneña, con dirigencias políticas nacionales ha sido frustrante. En algún momento de los 90, más o menos, se echó a andar una situación diferente. O sea, Puno se oponía y Fujimori agarraba su helicóptero y se iba para allá, iba a los lugares donde había potencialmente un problema o protestaba y lo acallaba con dinero en efectivo o algo. Pero no se puede vivir haciendo eso. Ahora Puno ya tiene sus propias dinámicas comerciales, económicas, que deben ser el sustento de algún tipo de visión regional alternativa, que todavía no cuaja, y es en esas circunstancias en que viene esta situación. Entonces, Puno es el test de la república peruana.
Sin la izquierda liderando ni el antaurismo, ¿están surgiendo nuevos protagonismos?
Es lo deseable. Pero si se brega con un nuevo protagonismo a la bruta, básicamente lo que va a pasar es descabezar ese movimiento y tirar 30, 40, 50 años del ansiado reconocimiento de Puno como uno de los grandes pilares de la nación peruana. No como si fuera el patio trasero de la república costeño criolla, sino como uno de los lugares donde si el Perú quiere ser fiel a su naturaleza andina tendría que construir nación, desarrollar ciudadanía, bregar con expresiones de protesta de manera más civilizada.
¿Estas muertes son en realidad la demostración del gran fracaso de la descentralización?
Sí, definitivamente. Y está puesto por escrito no solo por mí, por muchas personas. A mí lo que me admira es la absoluta desatención de lo que tanta gente ha dicho y escrito sobre Puno. Hay muy lúcidos científicos sociales puneños, que han presentado estos problemas con claridad muy diáfana, pero habría que hacer un examen de cuál es el lugar que le han asignado, a través de los años, las dirigencias políticas capitalinas a Puno dentro del esquema de la nación peruana siendo una región estratégica por diversas razones. Pero de ella solo hablamos cuando hay una sequía, un problema con la minería ilegal, cuando se producen masacres como en este caso.
¿Qué podría traernos el futuro inmediato?
Con el actual orden político, con el discurso del primer ministro vemos lo que sería la gobernabilidad del Perú. Lo ha definido a partir de la preservación del Estado centralista. Es el interés que domina. Y para el resto, si no se alinean, bala.