Cinco meses han pasado desde que el mundo incorporó a su vocabulario cotidiano la palabra coronavirus y se reportaron los primeros brotes de la epidemia en la lejana Wuhan, China. A la fecha, cuando contamos con más de 200 mil muertes, la salud de la humanidad depende de la producción de una vacuna efectiva contra el SARS-CoV-2.
Según la revista Nature, ahora mismo hay más de 90 vacunas en estado experimental en laboratorios de todas las latitudes. La carrera por la producción de la pócima que nos hará inmunes contra la enfermedad está en su clímax y el Perú se ha unido a la marcha. Farmacológicos Veterinarios (Farvet) es una empresa dedicada a la producción de vacunas para animales con sede en Chincha, que experimenta con células de insectos para desarrollar una vacuna anticoronavirus. La avala la experiencia.
Tiene la patente de un antígeno contra un coronavirus que enferma de neumonía a las aves y que se parece mucho a la cepa que nos ataca hoy. Manolo Fernández, el médico veterinario con maestría en biología molecular que lidera el laboratorio de Farvet, viene estudiando el genoma del nuevo coronavirus desde enero junto a un grupo de científicos de la Universidad Cayetano Heredia. Nunca se imaginaron que el brazo de la pandemia llegaría tan rápido al Perú.
La vacuna que están desarrollando tiene a la tecnología molecular como aliada. Esta le permite al científico conocer el interior del virus, lo que llamamos secuencia genética. Si en el pasado las vacunas se producían aislando al virus e inyectándolo en las personas para producir defensas; actualmente, dice el microbiólogo, solo basta obtener una parte de su genoma –involucrado en la respuesta inmunológica– para obtener una vacuna. Y su equipo está detrás de la producción de esa pieza clave del nuevo coronavirus conocida como receptor RBD.
Las púas claves
Ya sabemos que el virus que nos acecha está rodeado por una especie de corona de “púas”. Pues los científicos han comprobado que en estas prolongaciones se encuentra el receptor RBD (conformado por la proteína S1) que calza como pieza de lego con otro saliente de las células del sistema respiratorio humano. Cuando se da esta unión, empieza la infección y la enfermedad. El equipo de Fernández viene produciendo de forma sintética receptores RBD en el laboratorio, algo así como sacar copias de las “púas” del coronavirus.
Para ello necesitan una “máquina fotocopiadora” y aquí es donde entran a tallar los insectos. “Tomamos el baculovirus (un virus inocuo para los humanos, pero patógeno para los bichos) e introducimos ‘la púa’ (la parte del coronavirus) a su genoma”, explica Fernández. Como paso siguiente, inoculan el nuevo virus “Frankenstein” dentro de, por ejemplo, una oruga, la cual se infectará y sus células multiplicarán miles de copias de receptores RBD, insumo a partir del cual se desarrollará la vacuna.
La siguiente fase será ponerla a prueba con cultivos de células humanas inyectándoles las “púas” RBD hechas por Farvet a ver si se pegan a sus receptores. Fernández afirma que vienen obteniendo resultados exitosos. Esta semana, el laboratorio recibió un incentivo económico del Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (Concytec), que ha destinado un fondo de 6 millones de soles para 29 proyectos científicos que presenten soluciones de cara a la pandemia.
Que el Perú entre a las filas de los desarrolladores de vacunas llama poderosamente la atención. El equipo del laboratorio chinchano está a la espera de empezar la prueba de la vacuna con animales, posiblemente con monos Aotus del Instituto Veterinario de Investigaciones Tropicales y de Altura de Iquitos. Manolo Férnandez asegura que con la ayuda de la inteligencia artificial para hacer el testeo, probablemente tengamos la vacuna made in Perú en diciembre. Eso sí, la producción sería tercerizada en países que cuenten con certificación.