Ulla HolmquistArqueóloga y museóloga. Exsubdirectora del Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia. Exdirectora del Museo Central del Banco Central de Reserva. Dirigió el Museo Larco hasta el 11 de marzo, cuando fue designada ministra de Cultura.,Un político-sociólogo, un actor-abogado, un diplomático-abogado, una abogada a secas y un licenciado en turismo han sido (contando solo los del período PPK-Vizcarra) sus antecesores en un cargo que, contra lo que pudiera esperarse, suele convocar debate y polarización cada dos por tres. Ulla Holmquist viene del campo más afín de la arqueología y la museología al campo minado del Ministerio de Cultura. En esta entrevista hace gala de optimismo sobre el futuro de su gestión, incluso en los temas difíciles de su cartera: el Lugar de la Memoria y, su última papa caliente, la Ley del Cine, aprobada en primera votación esta semana en el Congreso, en medio de aplausos y rechiflas de los diversos bandos políticos. He entrevistado a casi todos sus predecesores y cada uno tenía su propia definición de “cultura”. ¿Cuál es la suya? Mi definición de cultura es esta riqueza y diversidad que tenemos por ser los herederos de una tradición milenaria que sigue viva en el presente. Esa diversidad incluye nuestra manera de vernos y, por lo tanto, nuestra manera de actuar ciudadanamente. Sus antecesores pertenecían a otros ámbitos y usted es arqueóloga y museóloga. ¿Cuál va a ser el sello de su gestión? Entender que queremos llevar a cabo algunas transformaciones ciudadanas, pero que tienen como base precisamente el reconocimiento y la valoración de esta diversidad cultural milenaria que sigue presente. ¿Cómo es posible que, siendo esa nuestra gran fortaleza, siga existiendo la discriminación o el no reconocimiento de que entre nosotros hay una diversidad que hay que atender con esa pertinencia cultural? Acabar con la discriminación y el racismo es también uno de los objetivos rumbo al bicentenario... Por supuesto. Hay un proyecto de ley que está esperando su debate y aprobación. Esa es una base importante en el aspecto normativo y, por otro lado, el trabajo ciudadano de reconocimiento de que nuestra diversidad es una riqueza. No es un impedimento: es una potencia y una oportunidad. A propósito, sus apellidos (Holmquist Pachas) son una muestra de diversidad. ¿Cómo la ha marcado eso? Soy de padre danés, que vino al Perú muy joven y se quedó en Sudamérica el resto de su vida, y mi madre es chinchana. Pero, además, no solo era un tema de diversidad “cultural” sino, y eso nunca lo he tocado, también de diversidad de clase. Mi padre venía de una familia burguesa, con un origen económico basado en la producción cementera, y mi madre era hija de un maestro albañil y educadora. De pequeña, viví cobijada de estas problemáticas que vivimos en nuestro país y, ya en mi juventud, entre la secundaria y el colegio, me encuentro con una serie de cosas que no entendía… ¿Qué fue lo que más le chocó? El racismo, precisamente. Decía: yo soy Ulla Holmquist Pachas. Si yo hubiera sido Ulla Pachas, no iba a ser tratada de la misma manera en una serie de espacios. Y eso es evidente, ah. ¿Sintió el racismo? Estuve cobijada de ello, porque nunca lo viví en mi entorno familiar. No había un referente. El referente fue ver que otras realidades, muy parecidas a la mía por el lado materno, sí vivían en estos contextos donde claramente había respuestas racistas o de discriminación o de no mirarte… Se suele decir que debemos llegar al bicentenario reconciliados o en proceso de reconciliación. ¿Lo ve posible? No hay reconciliación mientras tú no sepas de qué te tienes que reconciliar. La gran diferencia ahora es que a una serie de problemáticas vividas mas no nombradas, ahora las estamos nombrando por su propio nombre. Y es duro. Por ejemplo, 53% de la población peruana considera que el Perú es racista, pero cuando preguntas “¿tú lo eres?”, solo un 8% dice “sí”. ¿Y dónde está el otro 40 y tantos por ciento? ¿Quién es ese otro? ¿Cómo trabajar para eliminar esto desde el ministerio? Desde la gestión, se trata de encontrar el canal de la denuncia. Fortalecer la idea de que es un paso importante. Se tiene que decir. Tienes que nombrar que te has sentido discriminado por tal y tal razón. Por otro lado, justamente esta diversidad… Todos reconocemos que tenemos una enorme diversidad cultural: los incas, los moche, los chancay y, sí, lo máximo, controlaron el manejo del agua y los grandes cultivos... Pero el reconocimiento de esta diversidad no es el pasado, un momento que se terminó en 1532. Está presente hoy en día y nos hace mejores. Somos potentes, somos ricos, pero esa riqueza se tiene que trasladar a los canales que se reconocen como canales de mejora ciudadana. Tiene que ver con una ciudadanía más crítica, más empoderada, pero también con la posibilidad de vivir mejor, y eso tiene que ver con mejora económica. Hace poco vimos, en el Congreso, a un policía empoderado que, por esa actitud, fue calificado de insolente y echado por un congresista. ¿Ahí hay discriminación? Ahí sí la veo claramente. Y también de prácticas autoritarias afincadas en una manera de entender la posición. Si esa frase la hubiera dicho otra persona, no habría generado esa reacción. Pero, por otro lado, ¡qué fuerte el reconocimiento ciudadano de esa actitud! Esa es la parte buena. Tenemos ya referentes que se van mostrando como el tipo de peruanos que queremos ser, con la posición bien clara, con la cara levantada y con la respuesta desde el reconocimiento de la propia conducta correcta. Se aprobó, en primera votación, la Ley del Cine y esto, para variar, ha polarizado al país… No diría que ha polarizado tanto, sino que hay algunas voces discordantes. Estamos viendo también que, cuando se da un avance de este tipo, la opinión de mucha gente -mayoritariamente de los jóvenes, cuyo lenguaje es el lenguaje audiovisual- es la fortaleza para saber que estamos avanzando en la línea correcta. Los críticos dicen que hay conflicto de interés en que el premier venga del mundo del cine y promueva una ley del cine… Esto tiene que ver con una conciencia del poder de la cultura. Más bien, la mirada está en que hay personas que estamos involucrándonos en ser servidores públicos para quienes la cultura es un eje transversal. Y eso coincide probablemente con un quehacer profesional, pero, por otro lado, no hay que olvidar que la gran preocupación es el desarrollo de bases sólidas para la transformación ciudadana y esta es una de ellas. Por otro lado, es probable que sea la ministra que inaugure el Museo Nacional de Arqueología (Muna). Para una museóloga ¿es un sueño hecho realidad? Es la oportunidad de tener un gran espacio que resuelva una problemática que no es la de un museo en particular. Como siempre digo, un museo no es un edificio y el Museo Nacional, en su gran envergadura, cuenta con los espacios para un adecuado manejo de colecciones, registros, catalogaciones y todo lo que es la base para un sostenible manejo expositivo. Pero el museo que más controversia suscita es el LUM. ¿Va a haber alguna reformulación allí? El LUM es un espacio de encuentro y de debate en el presente. Hay una serie de cuestiones que son evidencias de momentos sucedidos en la historia reciente y siempre la historia reciente es la más crítica, porque no se han escrito los libros de esta historia con distancia suficiente… Eso es lo que lo vuelve una oportunidad, porque tienes una serie de evidencias, tanto a nivel periodístico, objetual, como una museografía determinada. Pero es un espacio de encuentro de miradas diversas. Pero se critica al LUM, desde cierto sector, de no ser imparcial, de atacar a ciertos gobiernos… Conociendo la historia de la construcción del LUM y también lo que se hace respecto de las exposiciones temporales, son opiniones que no tienen sustento. Justamente lo que se asegura en la construcción de un espacio de ese tipo es la participación de todos los actores sociales, porque las miradas y las vivencias que hemos tenido en esos momentos son lo más importante, más allá de un discurso y de una palabra más o menos. Por otro lado, ¿es verdad que la Comisión del Bicentenario va a pasar de Cultura a la PCM? Lo que pasa es que el origen era PCM y se asignó (al Ministerio de Cultura) porque la mirada, las actividades, los programas y acciones muchas veces tenían que ver con Cultura. Nosotros, como sector, tenemos Proyecto Bicentenario y eso es parte fuerte de la propuesta, pero hay un tema de gestión que tiene que ver con todos los sectores y eso es lo que tiene que ser visto desde la PCM. ¿Cuál le gustaría que fuera la huella de su paso por este ministerio, que es el que más relevos ha tenido en este gobierno? Quisiera que, en las acciones, en las miradas y en las priorizaciones que estamos teniendo, quede claro que cultura es un poder grande para la transformación social, sobre todo con dos líneas: una, que nuestra diversidad sea reconocida y valorada, y que la abracemos como una fortaleza y una oportunidad de desarrollo. Allí, la lucha contra la discriminación tiene que ser una de nuestras banderas. ¿Y la otra línea? Tiene que ver con que tenemos que ser atendidos todos dentro de nuestra propia diversidad. Nuestra diversidad lingüística, por ejemplo, es algo que tenemos que incorporar en la gestión pública. No puede ser que una mujer que ha sufrido un evento de violencia en un pueblo amazónico o andino, y llega a un Centro de Emergencia Mujer, no pueda ser atendida en quechua o en asháninka. ¡Eso es algo que ya no puede pasar en nuestro país! Por eso tenemos una línea de trabajo que tiene que ver con comprometernos en una suerte de certificación, por lo que todos vamos a ser atendidos de la misma manera y por los canales que el Estado debe asegurar que se atienda. ¿Significa que en todas las instancias públicas habrá gente que hable la lengua del lugar? Gracias por la oportunidad de anunciarlo, porque es una línea de trabajo que ya hemos empezado a hacer con la certificación de los servidores públicos. Hace años, cuando preguntabas a alguien que venía de una zona quechuahablante si hablaba quechua, no lo quería ni siquiera comunicar. Hoy en día eso es una competencia que se reconoce. Es más, el gobernador de Ayacucho, por ejemplo, acaba de mostrar su certificación como servidor público bilingüe. Y es el ministerio el que da esa certificación. ¿Y cuántos ministros del gabinete hablan quechua? Buena pregunta (risas). No he hecho la encuesta todavía. En mi propio caso, uno de mis sueños al cumplir 50 años -los he cumplido el 31 de enero- era, comenzando las clases de mis hijos, empezar yo mis clases de quechua. Pero el once de marzo juramenté como ministra y queda como un pendiente. Tengo que encontrar el tiempo para poder realizar ese sueño.