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Cultural

David Toscana: “Lo infinito está en la literatura”

El escritor mexicano presentó en la FIL de Lima 2023 El peso de vivir en la Tierra, obra que ganó el Premio de Novela Mario Vargas Llosa 2023.

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Reconocimiento. David Toscana, tras ser anunciado ganador, junto a Mario Vargas Llosa. Foto: difusión

Nicolás es un hastiado oficinista de Monterrey, México. Se entera de que tres astronautas soviéticos, que estaban en la estación Sályut, han muerto al volver a la Tierra. Entonces pide que lo llamen Nikolái Nikoláievich Pseldónimov. Es decir, decide convertirse en ruso. Y consigo arrastra a su mujer y amigo, a quienes rebautiza también con nombres rusos. Toma un bar como su estación Sályut y empieza a vivir su delirio, una suerte de vida paralela, con personajes y pasajes de la novela rusa. Esa es la delirante historia que cuenta David Toscana en su libro El peso de vivir en la Tierra (Alfaguara), ganadora del Premio Bienal de Novela Vargas Llosa 2023.

David Toscana presentó su novela en la FIL de Lima. Ingeniero de profesión, se animó a escribir literatura a los 29 años de edad. En su breve visita a Lima, entre otros paseos, recorrió museos, como el de Pedro de Osma y Museo Larco, sin dejar de reconocer que también tenemos un pasado para admirar y delirar. Pero aquí nos pusimos a hablar de su novela premiada.

― ¿Cómo así se le ocurrió trasladar el síndrome de Alonso Quijano a Monterrey, México?
― Siempre tengo muy presente a don Quijote. Fue casi la primera novela que leí, porque en mi casa no había libros, pero estaba ahí el Quijote y Crimen y castigo. Fueron estos dos primeros libros que leí cuando era adolescente y son los que me hicieron enamorarme de las letras. Y después de muchos años, los vuelvo a juntar en la idea de un lector, en vez de querer ser caballero andante, quiere emular a los personajes de la literatura rusa. Porque, claro, a partir de Crimen y castigo me enamoré de Dostoievski y a partir de Dostoievski me enamoré de Tolstói y a partir de Tolstói, de Chejov y de toda esta literatura que ya tengo 50 años leyendo. Y llegó el momento en donde, pues, tengo todos estos libros subrayados, un montón de frases que quería compartir con los lectores. Por eso digo que esta novela, además del tema y del homenaje que le hago a los escritores, es también una antología de frases y parrafitos que me voy robando de los libros.

― Por la profusión de estas citas y pasajes, demuestra que es un erudito de la novela rusa.
― Sí, pero yo me resisto de llamarle erudición porque siempre he pensado que para esto hace falta una buena memoria, y yo no la tengo. Cuando estaba escribiendo, decía “¿y esta frase de dónde viene?”, y agarro los libros y la encuentro subrayada y la voy tomando. Pero si yo quisiera ahorita dar un curso de novela rusa, no lo tengo armado, no tengo un discurso coherente y no tengo la memoria.

― ¿Qué diferencias podría establecer entre un Quijote justiciero con Nikolái, un aburrido de su vida de oficinista?
― Mira, ahí ojo con la palabra que tú mencionas, justiciero. El justiciero piensa que el mundo lo necesita y aquí Nikolái más bien es el que necesita del mundo. Sí, porque él siente que hay muchas vidas que no ha vivido y que no puede vivir. Como oficinista, tiene una vida rutinaria. Si recordamos esta frase: “Soy hombre y nada humano me es ajeno”, de Terencio, uno puede hacer una lista de tantas cosas que te son ajenas y que, a veces, solo la vives a través de los libros. Pero qué pasa si das un paso más y dices voy a tratar de emular a estos personajes. La intención de Nikolái, cuando se quiere convertir en un alcohólico, tuberculoso o asesino no es degradarse. Al contrario, es ensanchar su alma, darle riqueza a su vida a través de estas experiencias.

― Esa asunción de Nikolái, su esposa Marfa, y Guerásim, encuentran una vida paralela para vivir. ¿La novela es la posibilidad de otra existencia, de otra vida?
― En buena parte de la literatura, clásica sobre todo, esa es la oportunidad que nos da, porque de algún modo participamos en las novelas. Yo a veces pienso que la televisión, las series de cine, nos convierten en espectadores, pero las novelas, las buenas novelas, siempre nos convierten en participantes, como si entráramos en la cancha de juego y tuviéramos que tocar la pelota y patearla también porque las novelas son muy incompletas en el lector, pues son solamente palabras, pero hay que crear las imágenes, hay que crear un diálogo con el texto, con los personajes, con las situaciones. Las buenas novelas tienen, al menos, estos olores de la filosofía, de tal modo que estemos cuestionando y reflexionando. Dostoievski es un escritor muy filosófico. Y sí, nos cuenta historias, pero nos hace que nos preguntemos muchas cosas.

― Como Crimen y castigo, por citar una novela…
― Claro, el famoso personaje dice, bueno, yo soy joven, tengo el futuro por delante, pero me falta dinero. En cambio, tenemos a esta señora que no le sirve para nada al mundo, es justo que yo me aproveche y la mate. Entonces, te mete en el juego. La novela, en ese sentido, es muy distinta que el periodismo. Tú abres el periódico y te encuentras que un estudiante mató a una mujer con el hacha, vas a sentir repudio por ese estudiante. Pero en cambio, por el personaje de Dostoievski, que hace lo mismo, te encariñas con él. Hay muchos juegos morales, psicológicos, filosóficos en esta novela o en otras del mismo Dostoievski.

― En su novela, con pasajes de la novela rusa, pone en debate temas actuales, como la emancipación de la mujer.
― En esta literatura rusa, los escritores iban un paso adelante de otras partes del mundo, porque la cultura era una y los escritores siempre procuran ir un poco adelante. Los escritores rusos hablaron mucho sobre la emancipación de los siervos mucho antes de que ocurriera. Y lo mismo se hablaba de la emancipación de la mujer. Y lo tienen de manera clara. En las novelas rusas aparecen muchas mujeres fuertes e independientes y con derecho a su propia vida. Tienes, por ejemplo, Ana Karenina. Ana Karenina es la versión rusa de Madame Bovary, una mujer que se vale por sí misma, que sabes qué aventuras quiere correr. Por supuesto que es curioso que tanto Madame Bovary como Ana Karenina se suiciden. Uno ya no termina de asumir si los autores dicen que la mujer puede ser libre o les está diciendo, miren que al final tienen su castigo. Pero eso es parte del diálogo que tú estableces con la novela.

― En la novela se dice que no se puede pensar la literatura rusa sin los trenes. ¿Los trenes son el road movie de la literatura rusa clásica, incluso para un retrato social?
― Sí, había hasta tercera clase en los vagones. Siempre te dicen en qué clase van viajando los protagonistas. Los escritores lo tomaron a los trenes también como un tema. Chejov tiene muchos cuentos que se realizan dentro de trenes. Ana Karenina se suicida, pues se tira los rieles del tren. La novela El idiota de Dostoievski comienza en un viaje en tren. Entonces, hay muchos trenes.

― Su novela es un trote de crítica, de sátira, de ironía contra el poder, el abuso, como usted dice, para justicia con los escritores, pero eso se puede extender a más.
― Cualquiera puede ver en la historia de Rusia y la Unión Soviética, que no fueron libres con los zares ni con los gobiernos comunistas ni ahora, con Putin. Ahora, con Putin, no se ve que persiguen tanto a los escritores sino se persiguen a los periodistas. Entonces uno dice, la literatura tiene que ser algo importante porque te juegas la vida por ella. En el pasado ruso, hay una lista enorme de autores perseguidos, desterrados, torturados, fusilados. Tolstói, que era el que tenía mejor posición social de todos y era más difícil perseguirlo, la Iglesia es la que termina excomulgándolo y aun, en su muerte, el Estado prohibió que la gente asistiera a sus funerales. A Borís Pasternak también los persiguieron, Vasili Grossman nunca pudo publicar su novela; Mijaíl Bulgákov tampoco. Siempre hubo esta censura. Entonces, era importante la literatura, para bien o para mal, y era un mundo de muchas pasiones. Por eso también escritores se suicidaban. Eran épocas muy candentes para la literatura.

― Finalmente, la estación Sályut, de Nikolái, ¿acaso es la metáfora, en tanto es una estación para viajes, de ir a buscar la felicidad?
― Es la parte más quijotesca de la novela, porque es la aspiración a algo grande, a diferencia de lo otro, de no hacer nada. Por eso, al final, acaban diciendo, ay, qué aburrido ir al espacio. Es que no hace falta, Tolstói lo puede bajar en un párrafo sin necesidad de quitar los pies de la Tierra. Entonces, descubren que lo infinito está en la literatura y no en ir a dar vueltas a la Tierra.

"El peso de vivir en la tierra", con este libro David Toscana gana la quinta edición de la Bineal Vargas Llosa. Foto: difusión