A los quince años se alistó en el ejército realista y luchó contra las tropas emancipadoras en las batallas de Yerbas Buenas, San Carlos, Membrillar y Rancagua. A los diecinueve años fue herido y tomado prisionero en Chacabuco, donde se decide la independencia de Chile. No había cumplido veinte años cuando Ramón Castilla y Marquesado cruzaba a pie la Cordillera de los Andes -en la ruta inversa a la realizada por José de San Martín- junto a cientos de soldados realistas que quedaron detenidos en Buenos Aires.
Mientras la mayoría de prisioneros se pasa al bando patriota, Ramón Castilla se mantiene fiel a la corona española y se compromete con la hija de una autoridad indepedentista en Buenos Aires. Pero más pudo su compromiso con el Virreynato del Perú y decide regresar siguiendo una ruta poco común: en barco hasta Río de Janeiro y por tierra (y ríos) por las selvas del Mato Grosso. Sigue por territorios guaraníes y de Bolivia hasta que llega a Lima a fines de agosto del 1818 y se reintegra al ejército realista hasta 1821, cuando por fin pasa al bando patriota y es herido en 1824 durante la Batalla de Ayacucho, donde comparte el quirófano con su hermano Leandro, quien resultó afectado con la misma herida de guerra pero en el bando realista.
Y es que Ramón Castilla tuvo una vida de novela y es precisamente su periplo por los actuales territorios de Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, Bolivia y Perú, desde las costas del Atlántico hasta el Océano Pacífico, la que inspiró la novela El largo camino de Castilla, escrito por Eduardo Gonzáles Viaña.
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“Castilla no fue precisamente un hombre ilustrado. Se formó en un cuartel. Sin embargo, un hombre así abolió la esclavitud. Abolió también el tributo indígena, creó el cuerpo diplomático, forjó la presencia peruana en la Amazonía... es decir, es todo un personaje”, reconoce el autor vía teleentrevista desde su hogar en San Borja.
Cuando comentamos detalles de la vida exagerada del que fue dos veces presidente del Perú, González Viaña revela que Castilla fue una fuente de inspiración desde que Miguel Palomino, un amigo diplomático establecido en Brasil, inauguró un monumento al presidente peruano para recordar su paso por el Mato Grosso donde, incluso, fue capturado y estuvo a punto de ser ejecutado en una comunidad de cimarrones.
Si bien se trata de una obra de ficción, parte del itinerario se basa en los escritos de don Fernando Cacho, un oficial realista español que acompañó a Castilla en su huida de Buenos Aires hasta su llegada a Lima. Sin embargo, gran parte de la ruta por las selvas del Mato Grosso, Paraguay, el altiplano, es una ficción que nos hace recordar a los personajes fastasmales de Juan Rulfo o de Cormac McCarthy.
Uno de los personajes mejor logrados es el de los bandeirantes: esos colonos y mercenarios brasileños que recorrieron la Amazonía traficando esclavos e indios, arrasando cualquier defensa indígena contra la colonización y dedicados a la usurpación de territorios para la corona portuguesa y luego para Brasil. Los bandeirante fueron los ejecutores de esa desdichada consigna de que las verdaderas fronteras del Brasil se acaban en la Cordillera de los Andes, reclamando toda la Amazonía y con la aspiración de que Brasil tenga puertos en ambos océanos. Una consigna cuya más reciente ofensiva se produjo durante el gobierno de Lula da Silva y la penetración de empresas brasileñas luego de corromper a casi toda la clase política y empresarial del Perú, Ecuador y Bolivia.
El libro ha sido reconocido como “la novela del bicentenario” y editada por la Universidad César Vallejo. Si bien tiene un buen tamaño y mejor tipografía, llama la atención esas ocho páginas con “juicios sobre Gonzáles Viaña y sus Obras” que jamás había visto en ediciones similares de obras de ficción así se trate de novelas históricas. La verdad es que tanto autobombo es innecesario considerando la obra de Gonzáles Viaña.
El largo camino de Castilla refresca las tan venidas a menos celebraciones por el Bicentenario y es un esfuerzo para entender a esos personajes que forjaron la república peruana en una difícil época que coincidió con la decadencia de la corona española y el surgir del imperialismo inglés. El debate está servido.