Una anécdota famosa cuenta que en los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, cuando a Winston Churchill se le sugirió que recortara los fondos de apoyo a las artes en su país para dedicárselos al armamento, su respuesta fue inmediata: “Si hacemos desaparecer nuestro arte, entonces, ¿por qué estamos peleando?”.La verdad es que la frase no se ha encontrado en ninguna biografía o investigación en la vida de Churchill. La anécdota, que se originó en una publicación en The Village Voice, es sin embargo ampliamente difundida. Hace poco, el actor Kevin Spacey la usó para atacar a Donald Trump, que como es natural para él, planea desaparecer todo apoyo a las artes en su gobierno. Churchill, quien era espectador frecuente en el teatro, pintor aficionado de tonos impresionistas (bajo el seudónimo de Charles Morin) y escritor de brío (escribió una novela, varios relatos interesantes y una historia de Inglaterra que se remontaba a la invasión romana de la isla y llegaba a principios del siglo XX), ha pasado a la historia como el único líder bélico que ganó un Premio Nobel de Literatura. Pudo haber dicho esa frase, y de hecho afirmó algo muy parecido: “Las artes son esenciales a cualquier vida nacional completa. El estado se debe a sí mismo sostenerlas y estimularlas. Mal destino el de una raza que no saluda a sus artes con la referencia y el deleite que merecen”. Gracias a las artes, como ha dicho Augusto Tamayo hace poco en un estupendo artículo, los países expresan una identidad, se proyectan al mundo, se identifican consigo mismos. Los casos, a lo largo de la historia, son infinitos. Amamos, conocemos y reconocemos a Francia o a Italia por sus escritores, sus cineastas, sus pintores, sus artistas en general. El cine es el arte que mejor puede integrar los lenguajes. Las palabras, las imágenes, los sonidos de cada país están representados en su conjunto en las películas. En América Latina, algunos países que nos llevan una delantera, como México y Argentina, lo han comprendido hace tiempo en sus leyes de cine. Hoy, Argentina, cuyas películas han ganado algunos Oscar y varios premios Goya, produce cien películas al año con apoyo del estado. Nuestro estado apenas puede ayudar a financiar seis películas al año. El proyecto que ha elaborado el Ministerio de Cultura se propone ayudar al menos quince. Ese aumento no sería suficiente, pero le otorgaría una presencia mayor al Perú. Otros países como Chile y Colombia, cuyas películas vienen ganando festivales internacionales, tienen leyes favorables al cine hace mucho. Una argumentación en contra del proyecto afirma que ese dinero podría ir a aumentar el sueldo de los maestros. Sería un aumento insignificante si se divide entre el número de asalariados. Por otro lado, un surgimiento en la industria del cine, les daría a los maestros algo más que mostrar a sus alumnos sobre nuestro país. Si el Perú tiene una oficina que promueve nuestra industria turística, es absurdo que no pueda promover también la producción de bienes culturales. Que los espectadores peruanos vayan a una sala de cine y se vean reflejados es un tema de patriotismo. El falso Churchill tenía razón.❧