El 19 de mayo de 1991, el cosmonauta Serguéi Krikalev llegó a la estación espacial soviética Mir como ingeniero de vuelo. Pasaron un par de meses, sus compañeros volvieron a la Tierra y, por petición de sus superiores, accedió a quedarse para recibir a la siguiente tripulación.
Sin embargo, poco después, la Unión Soviética se desintegró. El relevo de Krikalev no llegaba y este tuvo que permanecer en la órbita más del doble del tiempo planeado. Finalmente, el 25 de marzo de 1992, tras 312 días en el espacio y 5.000 vueltas a la Tierra, el cosmonauta volvió al planeta.
Además de los efectos físicos y psicológicos de su estadía prolongada en el espacio, Krikalev experimentó la dilatación del tiempo, un fenómeno predicho por la teoría de la relatividad de Albert Einstein.
Según la relatividad especial, cuanto más rápido se mueve un objeto con relación a otro, más lento transcurre el tiempo para el primero.
La estación Mir orbitaba la Tierra a una velocidad de 7,7 kilómetros por segundo (km/s). Por ello, Krikalev había vivido varias milésimas de segundo menos que las personas que estaban en el planeta. Es decir, había tomado un pequeño atajo hacia el futuro.
Estación espacial Mir. Foto: Roscosmos
Sin embargo, el viaje en el tiempo aún no había terminado para el cosmonauta ruso. Desde el 2000 al 2005, Krikalev fue parte de las tripulaciones que volaron en la recién construida Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés).
En total, sumó 803 días, 9 horas y 39 minutos en el espacio y se convirtió en el ser humano que pasó más tiempo fuera de la Tierra. Con ello acumuló una dilatación del tiempo que le permitió batir un récord: viajó 0,02 segundos hacia el futuro.
Dicho de otra manera, hoy Krikalev es 0,02 segundos más joven que las personas nacidas al mismo tiempo que él.
El viaje al futuro de Krikalev fue posible a pesar de otro efecto de dilatación del tiempo: según la relatividad general, mientras más lejos se está del centro de masa de un cuerpo, como la Tierra, el tiempo avanza más rápido.
Pero como Mir y la ISS orbitaban a baja altura (400 km sobre la superficie) y nuestro planeta no es tan masivo como para hacer mucha diferencia, la dilatación por la velocidad terminó siendo mayor para Krikalev.
La otra dilatación afecta principalmente a los satélites de GPS, que orbitan a 20.000 km sobre la superficie terrestre. Cada día sus relojes se adelantan 45 microsegundos por la distancia a la Tierra y se atrasan solo 7 microsegundos por su velocidad (3,9 km/s). El adelanto resultante de 38 microsegundos es corregido diariamente por los mecanismos de calibración instalados en dichos sistemas.