En la próxima COP29 sobre el clima (11-22 de noviembre), las negociaciones girarán en torno a un nuevo objetivo para la financiación climática. Estas discusiones técnicas, pero esenciales, ya han generado su propia jerga: "NCQG", "cebolla" o "quantum" serán las palabras clave en Bakú.
Estas tres letras designan la Conferencia de las Partes ("Conference Of the Parties") de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), adoptada en Río en 1992.
Estas COP reúnen cada año a los 198 países y otras partes miembros de la convención, es decir, casi todo el mundo, desde Afganistán hasta Zimbabue, pasando por Corea del Norte y la Unión Europea. Se celebran cada año en una ciudad diferente, con una alternancia de continentes, y están numeradas desde la COP1 en Berlín en 1995.
Durante estas conferencias anuales también se reúnen los 195 Estados y partes que han ratificado el acuerdo de París sobre el clima de 2015.
Este año, la COP29 debe concluir con un "Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado", o NCQG por sus siglas en inglés.
Este nuevo objetivo reemplazará al adoptado en 2009 y alcanzado en 2022, que estipulaba que los países ricos proporcionaran 100.000 millones de dólares al año para ayudar al mundo en desarrollo a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero y adaptarse al cambio climático.
Esta cifra incluye financiamientos públicos bilaterales y multilaterales, créditos a la exportación y financiamiento privado.
El acuerdo de París establecía que los países debían "antes de 2025" fijar "un nuevo objetivo colectivo cuantificado a partir de un nivel mínimo de 100.000 millones de dólares al año, teniendo en cuenta las necesidades y prioridades de los países en desarrollo".
Una idea popular, impulsada por los países desarrollados, es que el objetivo financiero se materialice a través de varias "capas" de financiamiento, una arquitectura frecuentemente comparada con una cebolla.
El núcleo del dispositivo estaría compuesto principalmente por financiamientos públicos y fondos privados directamente desbloqueados por estos aportes, mientras que las capas más periféricas incluirían otros financiamientos privados y aportes voluntarios.
Sin embargo, los beneficiarios temen una fórmula que se vuelva demasiado vaga y que permita a los países ricos eludir sus responsabilidades.
El nuevo paquete deberá contar con una sólida base de financiamiento público "en su núcleo", con una parte importante de donaciones o préstamos a tasas preferenciales, insiste el jefe de la ONU Clima, Simon Stiell.
El "quantum" es la suma tan esperada que finalmente se destinará a la financiación climática al final de la COP29, si todo va bien, en reemplazo de los 100.000 millones.
Si la idea de una cebolla con varias capas se acepta, al final tal vez sean varias cifras las que marquen el cierre de las negociaciones en Bakú.
La CMNUCC dividió al mundo en dos a principios de los años 90.
Los países industrializados, responsables de la mayoría de las emisiones históricas de gases de efecto invernadero, son llamados "países del Anexo I": incluyen países como Estados Unidos, la mayoría de los países europeos, Japón, Australia y Nueva Zelanda.
La lógica que ha prevalecido hasta ahora era que estos países debían asumir el esfuerzo de financiamiento hacia otros países.
Pero ahora estas naciones desarrolladas quieren ampliar la base de contribuyentes: argumentan que otros países han experimentado un crecimiento económico en los últimos 30 años -acompañado de emisiones de CO?- y tienen los medios para contribuir. Por ejemplo, China, Corea del Sur, Singapur o las petro-monarquías del Golfo.
De hecho, China ya participa en importantes financiamientos llamados "sur-sur": aporta 4.500 millones de dólares al año, según el centro de estudios estadounidense WRI. Sin embargo, estos países prefieren, por ahora, mantener una contribución voluntaria y ser discretos sobre los montos exactos.
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