Retratos de amor en el Día de San Valentín en el corazón de la Lima antigua.,Luis Pérez / Revista Rumbos Besos vienen y van en la Alameda Chabuca Granda del Centro Histórico de Lima. Más besos en las esquinas y los rincones. Otros más, mientras se esperan los anticuchos, los picarones, los suspiros y, para cerrar, la chicha morada. PUEDES VER: San Valentín en el Aranwa Paracas Resort & Spa Foto: Ángel Chávez En otras palabras, ósculos por todos lados; entonces, el momento es perfecto para una fotografía o un selfi. De esos que con tan solo un clic ya están navegando en las redes sociales del ciberespacio. Así es la tecnología. Así de clara están las cosas por aquí… Pero, para algunos, no pasa nada con esa moda. Ellos prefieren todo a la antigua, como lo vivieron los abuelos. Sin tantos aparatos inteligentes. Lo sentimos celulares y cámaras digitales, Celestino Ferrer tiene una mejor herramienta para capturar esos instantes inolvidables que tanto quieren las parejas acarameladas, especialmente en San Valentín. Y es que Celestino tiene una mejor cámara: su talento. Así, carboncillo en mano, observa a los enamorados de todas las edades y nacionalidades. Foto: Ángel Chávez Él mismo es. Su arte es natural. “Aprendí por mi cuenta hace más de 20 años. Lo sigo haciendo porque encontré una solvencia económica”, viaja en el tiempo y revela sus razones. Aunque no es Jack Dawson, el personaje ficticio de la película Titanic, ahí, entre el vaivén de su fiel compañero el carboncillo, dibuja inspirándose en una mujer de cabellera de hilos de oro, tez blanca, labios gruesos y ojos grandes, mientras algunos de sus trabajos, que se exhiben a escasos centímetros de él, son testigos de esa pasión que lo convierte día a día en un provinciano luchador. “Dejé Áncash por cumplir mis sueños”. Ahora el anhelo de las parejas está en sus manos. A un clic, las redes de su arte van de norte a sur, de este a oeste en ese papel que impregna amor y ternura a precios módicos. “A blanco y negro está 20. A color 40 soles. Todo depende del cliente. Desde besos hasta trabajos universitarios y colegiales”, ríe y revela algunas travesuras estudiantiles. Foto: Ángel Chávez Celestino vuelve a lo suyo. Se concentra. Sigue dibujando por más que se escuche el paso del tren y se perciban los aromas de esos anticuchos y picarones que son capaces de desconcentrar a cualquiera. A él no. Celestino es un artista.