En el Día de la Cultura Afroperuana, Rumbos rescata la historia de Rosa Núñez, una mujer que se gana la vida vendiendo chancaquitas de maní. , Luis Pérez / Revista Rumbos Junio. Mes de la cultura afroperuana. Homenajes. Ceremonias protocolares. Condecoraciones y palabras que se las lleva el viento. Más de lo mismo en un Estado que poco o nada hace por crear políticas de inclusión para los afrodescendientes. Y mientras todo eso ocurre, una de las herencias gastronómicas afroperuanas aún se pregona en el corazón de San Vicente de Cañete (Lima). PUEDES VER: En la ruta de la catarata Borgoña | FOTOS Y dice así: compre sus ricas chancaquitas de maní, que ya se acaban caseritos. Están en su punto. Esa es la provocativa invitación de Rosa Núñez, una chinchana que hace más de 20 años encontró en esta ciudad la manera de sonreírle a la vida vendiendo un dulce que es parte de su tradición familiar. Chancaquitas de maní, un saber afroperuano. Foto: Luis Pérez Su nombre: chancaquita de maní. Su preparación –que por secreto familiar no debe ser revelada– es fácil, pero los insumos no son cualquiera. “La leche que lleva es la mejor del valle. Pasa por un control de calidad. Además, el maní es uno de los más ricos que existen”, se ufana y cuenta optimista la mujer que no necesita de reconocimientos o medallas en el pecho para darle continuidad a su saber. Las medallas se oxidan con el tiempo, pero su saber jamás. Sigue vivo, tal y como lo aprendió desde muy pequeña, cuando se involucraba en la cocina mientras Felicita Lobatón y María Luisa Reyes, abuela y madre, respectivamente, preparaban este manjar de los Dioses. “De todos los nietos e hijos soy la única que prepara el dulce. Ahora son mis hijas quienes deben seguir con la tradición”, asegura. Es cierto, sus hijas María Esther y Carmen Calderón, ambas estudiantes de enfermería, son sus fieles acompañantes. Ellas tienen un espacio en sus agitadas actividades universitarias y sociales para preparar y salir a vender las chancaquitas. Siempre lo han hecho. Es la mejor manera de ayudar en casa y apoyarse en los estudios, por más que hayan sido víctimas del desdén de algunas personas. Madre e hijas, sonrientes y listas para vender sus manjares. Foto: Luis Pérez “Desde la escuela empecé a vender. Salía a las calles. No tenía vergüenza alguna. Total, es un trabajo digno. Pero tuve amigos que cuando me miraban pregonando ni me saludaban. Se corrían de mí”, viaja en el tiempo María Esther. “En fin. Orgullosa sigo en esto porque me gusta; porque es una herencia familiar, y esto no puede morir”. Es así que contra amarguras y penas, la chancaquita de maní está de pie, junta a sus mejores cultoras y promotoras, quienes no solo hacen estallar un festejo en los paladares de la gente de aquí, sino también de otros distritos tales como Cerro Azul, San Luis, Quilmaná, Imperial y Lunahuaná. Es más, hasta Ecuador y Bolivia han sido conquistados. “Las personas quedaban más que encantadas”, revela Rosa, quien dibuja una sonrisa de oreja a oreja. Y es que endulzar corazones es su misión. Una misión que es correspondida por el cariño de la gente. ¡Es el mayor reconocimiento que recibo!, se arenga antes de perderse por una callecita perfumada por el aroma de sus chancaquitas. Hasta en el mercadillo se saborean las chancaquitas. Foto: Luis Pérez El dato El 4 de junio es el Día de la Cultura Afroperuana según la Ley N° 28761 del Congreso de la República. Por decreto familiar, la preparación y los secretos de la chancaquita de maní solo pueden ser heredados por las mujeres. Así lo estableció doña Felicita Lobatón. Así son las costumbres. Si desea saborear el manjar de Rosa Núñez, llámela al 973 900569. El costo por chancaquita de maní es de un sol.