El reconocido cocinero ofrece a propios y extraños, la experiencia de degustar uno de los platos emblemáticos de la gastronomía huaralina. ,Luis Pérez / Revista Rumbos Huelo a un delicioso dilema. De tin marín de do pingüe. ¿Y ahora?... No sé cómo resolver esta riquísima duda. Díganme, cómo hago para elegir alguno de los suculentos platos que están en la carta. Leo: carapulcra, pato en ají, frejoles con seco, cuy chactado, sopa García… y siento que todo se complica. La sensación es aún mayor cuando escucho los pedidos de los demás comensales. PUEDES VER: Ceviches limeños que son o pueden ser la muerte Don Robertín mostrando su obra gastronómica. Foto: Astrid Herrera La disyuntiva continúa. Persiste, se mantiene, se hace nudo en mi garganta. ¡Qué enredadera! Bueno, que venga una chichita morada bien helada, para refrescar la mente. Es en ese momento de máxima confusión, en el que aparece un hombre vestido total y completamente de blanco. ¿Él sería mi salvador? “Elija el plato que es el rey de la casa y de todo Huaral”, sugiere. Silencio en la mesa. “El número uno es la voz”, agrega. ¿Le hago caso?... vuelvo a la carta, vuelvo a leer y descubro que el chancho al palo está en el primer lugar. No me resisto. Se acabó el dilema. El hombre sonríe. Se presenta. “Buenas tardes, soy don Robertín, el propietario del restaurante”, dice mientras se quita su sombrero de paja. “Hace más de 40 años nació esta empresa familiar. Hoy tenemos un gran prestigioso dentro de la gastronomía criolla de Huaral”. Y es que don Roberto tiene una sazón milagrosa. Es por eso que su restaurante es uno de los preferidos del Norte Chico. Es por eso que los comensales se rinden ante la majestuosidad de sus comidas y no dejan ni un poquito en sus platos. Ritual culinario Irresistible sabor. Foto: Astrid Herrera El chanchito se cocina sobre un rejado. La leña de olivo, paltos y frutos cítricos, penetran sus aromas en la carne. “El secretito está en el momento de aplicarle la sal y harta cerveza”, revela don Robertín, quien convierte la preparación en un auténtico ritual. Todos aplaudimos, todos celebramos. Un par de vueltas al chanchito para que dore. Minutos de hambre, minutos de espera que se olvidan con el espectáculo que realizan los caballos peruanos de paso. Marineras por aquí, marineras por allá. Fin del baile, pero no de la cocción. Ni modo. Hay que esperar. Todo lo bueno, tarde o temprano, termina por llegar. Apagan las leñas ardientes. “Listo”, gritan. El chanchito glorioso es llevado casi en procesión a la cocina. Un par de minutos más y, uno a uno, llegan los platos. Admiro el mío y hasta lo saludo cordialmente, pero mis dientes rechinan. No puedo esperar más. Y sí, esa carne dorada y crujiente hace de las suyas en mi paladar. ¡Qué rico! Razón tiene don Robertín. Razón tuvo el chef Gastón Acurio en presentarlo en Mistura 2009. En Rumbo Dónde: El Rancho de Robertín, zona de restaurantes campestres de Huaral.