Conquistar su cima es una divertida y esforzada aventura que se ve recompensada con una vista espectacular de Mazamari (Satipo, Junín). , Luis Pérez / Revista Rumbos Primer reto: el calor sofocante. Segundo desafío: ir por una trocha. Tercera dificultad: resistirse a saciar la sed con las naranjas de las plantaciones cercanas. Esas son las percepciones visuales y mentales de los viajeros, cuando enrumban sus pasos por una selva poco explorada. PUEDES VER: Satipo: el café más fino y caro del mundo se produce en Río Negro Más pasos aventureros. Mucho calor. Las promesas de frescuras están a la derecha y a la izquierda. Tan solo bastaría detenerse unos instantes y 'cosechar' una de ellas, para sentir ese bendito líquido cítrico correr por la garganta, pero eso -sospechan todos- no está permitido. Cambio de planes. Volver a caminar. Las tentaciones se vuelven polvo. La erosión de la lluvia es la causa del color oscuro de la piedra. Foto: Ángel Chávez La ruta continúa. Diez minutos que se transforman en quince. De pronto, un letrero anuncia girar hacia la derecha. Un momento… ¿Y es que acaso pide ingresar a ese mundo donde los ojos y la mente pueden dejarse hechizar por las naranjas? Resumen. Primer, segundo y tercer reto, desafío y dificultad: una osada y divertida travesía. “Lo mejor es ingresar con los ojos cerrados e ir pensando en las musarañas”, optimizan los andariegos. Mala idea. Tranquilad. Es lo mejor. Y es que nadie tocará ningún fruto sin permiso. Eso no lo dicen las hojas de coca sino la atenta mirada de Federico Antonio, el dueño de las plantaciones de naranjas por las que se dibuja el caminito que lleva a los caminantes hacia su destino. Él se acerca a ellos. “Tomen algunos frutos”, dice entre risas. ¿Acaso interpretó a la perfección los rostros sedientos de los extraños?, ¿quizá evita futuras travesuras?, ¿o es que prefiere apurar la visita? Nada de eso.Es su cariño para los que buscan uno de los atractivos parajes de Mazamari (Satipo, Junín), la puerta de oro hacia los grandes ríos del Perú. Desde cualquier ángulo la vista es espectacular. Foto: Ángel Chávez Piedra brillante Aunque precisamente su parcela no es la entrada a los grandes ríos, si es la puerta de bienvenida a la Piedra Dorada. Y no es que el delirio de los aventureros, a causa del sol, haga pensar que brilla. No, esa fue imagen que tuvieron quienes la observaron desde lejos hace algunos años. “El follaje de la selva la mantuvo oculta. Limpiamos. Más adelante los nativos decían que brillaba. Y sí, tenían razón. Entonces, la bautizamos así”, detalla Gregorio Cornejo, un comunero que actúa –también– como guía turístico. Ahora los pasos de Gregorio son los que lideran al grupo, mientras hace rechinar las hojas secas tendidas a lo largo del recorrido. No es mucho. Son solo cincuenta metros de distancia y… ¡Oh!, es la interjección de sorpresa que hacen los viajeros al tener al frente a semejante monumento pétreo. Pero ¿qué sigue? Llegar a su cima, es el objetivo. La Piedra Dorada tiene 50 metros de altura aproximadamente. Foto: Ángel Chávez Mucho cuidado al ascender. Vértigo. Miedos vencidos. La vista espléndida y panorámica de un manto verde que cubre los campos y las frondosas montañas de Mazamari, son el premio la resistencia que se complementa con un cielo celeste, puro y virginal. Un espectáculo perfecto para desfrutar de la naturaleza. Nadie quiere bajar. Claro: ¿Quién quisiera dejar este mirador natural hecho paraíso? Bueno, a menos que Federico esté abajo esperando con más jugosas naranjas. Visitar la Piedra Dorada es una gran aventura. Foto: Ángel Chávez En Rumbo Ruta: Desde Lima por vía área hasta Juaja. Tiempo: 30 minutos. Luego en carretera en un viaje de aproximadamente cinco horas. Viajes: Planifique esta y otras travesías en www.ytuqueplanes.com.