Más de dos millones de personas llegan hasta el cementerio Virgen de Lourdes para bailar, comer y beber por el ser que partió. , Luis Pérez/ Revista Rumbos El silencio sepulcral se quiebra cuando un sacerdote oficializa una misa en quechua. Cerca de él, circulan varias personas. Algunas se detienen más por curiosidad que por ganas de rezar. Otras, en cambio, siguen su destino llevando cruces, lápidas, ollas con comida y flores frescas. PUEDES VER: México: altares y catrinas en el Día de los Muertos | FOTOS Una multitud acude al cementerio de Virgen de Lourdes. Foto: Ángel Chávez De pronto, cajas y más cajas de cervezas desfilan por la alameda al ritmo de una versión en huayno del Soy muchacho provinciano, ejecutada con entusiasmo por una banda de músicos. Frente a ellos, una mujer vocifera: “lleven su pan wawa, a solo un sol”. Las tradicionales tanta wawas. Foto: Ángel Chávez Muy cerca de ella, un señor sirve chicha de jora en botellas de todos los tamaños, mientras que a su lado, dos jóvenes retiran las frazadas que cubren una aromática pachamanca que logra 'resucitar' a los deudos pasaditos de tragos. Música para evocar a los familiares que partieron. Foto: Ángel Chávez En general, en el Día de Todos los Santos y en el Día de los Muertos, el cementerio es un mercado ambulatorio en el que se oferta de todo: hasta piedras. Lo más increíble es que estas se venden. Aquí no faltan compradores. Todo el Perú bajo un mismo cielo, en el camposanto Virgen de Lourdes, considerado el segundo más grande del mundo. Este se encuentra en la zona de Nueva Esperanza, en el distrito Villa María del Triunfo, Lima. Todo el Perú bajo un mismo cielo en el segundo cementerio más grande del mundo. Foto: Ángel Chávez “Tiene 60 hectáreas y surgió clandestinamente a mediados del siglo XIX, con la migración provinciana a Lima”, explica Sebastián Falcón, quien ofrece responsos en latín y en español en una capilla en la que se observan pinturas religiosas, una cruz con flores y un centenar de velas encendidas. Pero la nostalgia por la ausencia del ser querido se queda ahí, en la capilla. Alrededor de ella, es decir, en los pabellones, los mausoleos y las coloridas tumbas individuales, la situación es otra: las botellas de cerveza o chicha de jora se destapan; el sonido de los bombos, las trompetas y los platillos se entremezclan con los del arpa y el violín; los altares con las tanta wawa son una auténtica expresión artística. Ofrenda gastronómica para el ser querido. Foto: Ángel Chávez Y se sirven exquisitos y variados potajes. Toda una mistura en el panteón. Luego estallan las bombardas que remecen los cerros y se baila huaylarsh, huayno y hasta danza de tijeras. También se canta en quechua. De eso se encarga Dionisio Zamora El Halcón de los Andes. Quizás lo llaman así porque su voz vuela para ser escuchada por los difuntos. Es así como el dolor se extingue y la alegría aparece. Salud en el cementerio de todas las sangres, por el familiar o el amigo que se fue de este valle de lágrimas. Las notas músicales llegan al cielo. Foto: Ángel Chávez El dato Los sectores del Cementerio Virgen de Lourdes reciben nombres curiosos, como: Quinceañera (la mayoría de las personas enterradas son jóvenes), Capilla, Huancaínos, Noventas, Noventa y cinco, Sindicato, Bebés, Nueva Esperanza, Margen Izquierdo, Margen Derecho, Santa Cruz, Ficus, entre otros.