Los devotos de la Mamacha del Altiplano compartieron su fe, sus danzas y música con los ciudadanos capitalinos.,Luis Pérez / Revista Rumbos Mucho color. “Vamos a bailar por la Mamacha Candelaria. Es nuestra promesa”, aseguran las coquetas chinas diablas de la Agrupación Folclórica Q’uyauki Sonqo, mientras se colocan las máscaras y las armaduras. Ellas no se echan para atrás por más que el sol esté castigador. Claro. Tienen que resignarse. No están en Puno ni a los 3.827 m.s.n.m. del altiplano. ¿Entonces? PUEDES VER: Virgen de la Candelaria maravilla al mundo con espectaculares danzas | FOTOS El domingo, la Virgen de la Candelaria recorrió las calles de Lima. Foto: Ricardo Ramos No, no están a unos pasos del lago Titicaca y, además, esa iglesia colonial no es la de San Juan (el santuario puneño de la virgen), es la de Santo Domingo. Que quede bien claro, aquí no está el Titicaca, solo el río Rímac. Y es que la fe de los hijos del altiplano ha cruzado los Andes, para llegar hasta el Centro Histórico de Lima. El bombo marca el paso de un tropa de sikuris. Foto: Ricardo Ramos Y mientras que en Puno los conjuntos de danzas autóctonas se retiran del estadio Enrique Torres Belón, para desplazarse por las calles y llegar hasta el parque Pino y rendirle homenaje a la Candelaria, por aquí, en la alameda Chabuca Granda, la cosa se va pintando de todos los colores. Los bailarines llegan por montones. Llamativas minipolleras. Ponchos rojos, bombos y las zampoñas nativas de los sikuris. Cascos emplumados, máscaras que exageran los rasgos físicos de los africanos, amplias hombreras y faldones, matracas y silbatos de los morenos. “Esta danza tiene su origen en la colonia”, relata uno de ellos. Un diablo en la capital. Foto: Ricardo Ramos Conjuntos de morenada, sikuris, caporales, diablada, tuntuna, tinkus y las tobas, se hicieron presente en el pasacalle dominguero de danzas autóctonas y trajes de luces en honor a la Virgen de la Candelaria, organizado por la Asociación Central Folclórica de Puno. “Hace 15 años venimos realizando esta pequeña parada”, cuenta Juan Miguel Velasco, el coordinador general. A bailar La consigna –asegura Velasco– es difundir el verdadero sentir de la fe y la identidad puneña a la juventud. “Cuando iniciamos contábamos con 20 agrupaciones. Hoy somos 115 y las hemos dividido en 15 bloques”, viaja en el tiempo y revela la distribución del pasacalle. Belleza altiplánica. Fotos: Ricardo Ramos Suenan las campanas de la iglesia Santo Domingo. El coordinador anuncia que la misa ha concluido. Entonces, un grupo de sikuris se aproxima al templo. De pronto, el anda de la Virgen de la Candelaria aparece en hombros de la hermandad de cargadores del Señor Cautivo de Ayabaca. Crece la algarabía. Todos se emocionan. La zampoña y el bombo de los sikuris se entremezclan mientras la Mamita avanza por las calles. Su destino: la Plaza de Armas Lima. Detrás, una interminable hilera de danzantes se forma, mostrando lo mejor de sí en cada salto, en cada giro, en cada canto. “Virgencita, a ti hemos llegado por la gracia que me has dado”, entonan las chinas diablas. La celebración convoca a 115 agrupaciones del folclore puneño. Foto: Ricardo Ramos Siguen el ritmo de la banda. Las polleras de las cholitas parecen volar. Las mantas acarician el viento. Así van por las calles. Al otro extremo, en la alameda Chabuca Granda, donde nace toda esta majestuosidad folclórica, las agrupaciones siguen uniéndose al pasacalle. No tiene cuando acabar, perdón, terminarán como a las nueve de la noche. Las calles están abarrotadas de espectadores. “¡Bravo! ¡Espectacular! ¡Qué maravilla!”, es el clamor del público al que poco a nada les importa estar parados desde el mediodía. Todos aplauden. Los danzantes se hincan frente a la Mamacha. Ellos han cumplido su promesa. La Virgen los observa. Velasco se emociona, mientras corre la información de que en Puno, la wifala San Francisco Javier de Muñani es la campeona del Concurso de Danzas Autóctonas de la Candelaria 2016. Fiesta, fe y sones altiplánicos en las calles de la vieja Lima. Foto: Ricardo Ramos