Nunca más fácil justificar un contrafáctico: 0.24% (40,000 votos) de diferencia y una campaña en la que apenas una semana antes Keiko Fujimori llevaba cinco o seis puntos de ventaja con amplia sensación de ganadora. Si bien los eventos de los últimos días hacían pensar que Kuczynski podía ajustar un poco los números, ganar parecía imposible. Y sucedió. El trasfondo de la remontada, no hay que olvidarlo, fue un fuerte antifujimorismo que mantuvo en competencia a PPK incluso recogiendo votos donde su resultado en primera vuelta fue paupérrimo. Pero sobre ese escenario hubo seis factores que le permitieron capturar masivamente a los indecisos. Si bien es difícil precisar su peso individual, me queda claro que sin uno de ellos muy probablemente Keiko estaría armando gabinete. El primero es la investigación de la DEA a Joaquín Ramírez y la demora en separarlo de su cargo de Secretario General. El segundo, el audio manipulado presentado para limpiar a Ramírez. Los veo como factores con peso propio, pues si bien la denuncia alertó sobre los posibles vínculos del fujimorismo con dinero ilegal, la manipulación revitalizó el escándalo y recordó otras cosas del pasado, como los métodos del SIN y el triste papel de una prensa obsecuente. Tres, el apoyo de Verónika Mendoza, que incluyó un audio en quechua reproducido por radios rurales. Si bien muchos de sus votantes ya estaban con PPK, faltaba convencer indecisos, especialmente en el sur. Cuatro, la marcha contra Keiko, más grande que la anterior y más emotiva. Cinco, que PPK, tras una desastrosa campaña, en las últimas dos semanas ordenara la casa y lograra un buen segundo debate con una frase para el recuerdo. Finalmente, resaltaría también un factor poco mencionado: el apoyo de César Acuña, que ayudó en un norte color naranja y con personeros. ¿Qué se viene? No comparto la idea de que la división que vimos en los últimos días es profunda y nos lleva hacia una sociedad polarizada y enfrentada. Como discuto más abajo sí hay riesgos, pero parece importante tomar conciencia que es más un pleito de élites políticas antes que un clivaje social como el que existe en otros países donde los partidos tienen fuertes raíces sociales. Recuerden que lo mismo se dijo el 2006 y el 2011. Tampoco creo que una estrategia de ataque sin cuartel desde el Congreso resulte útil para un fujimorismo que también será percibido como responsable de lo que suceda. Más bien, sería bueno recordar que tienen la mayoría para hacer las reformas que prometieron en campaña como garantía a su poder (autonomía de la Procuraduría, por ejemplo). Pero sí comparto la idea de que PPK necesita entender que no puede ser un Presidente típico de la pos-transición. No tiene ni la bancada ni la economía para ello. Su gobierno, creo, debe responder a dos grupos de votantes que no lo apoyaron en primera vuelta y cuyas demandas de politizarse pueden afectar seriamente su popularidad y eventualmente la gobernabilidad. El primero lo componen los votantes del sur y Cajamarca, bolsones de extrema pobreza a pesar del crecimiento económico de los últimos años y que ven con desconfianza a gobiernos que no responden a sus demandas o privilegian las de otros actores. Se trata de ir más allá del cemento y la tontería esa de “destrabar trámites” para intentar construir una agenda para zonas con fuertes demandas materiales y simbólicas. Se espera ministros muy políticos, eficientes, que entiendan que el gasto social es una inversión en estabilidad y desarrollo, no un tema secundario. El segundo lo componen los votantes fujimoristas. Criticar a las élites fujimoristas no implica cargar de epítetos a sus votantes. Es tan idiota e injusto calificar de ignorantes y violentos a quienes apoyaron al FA en primera vuelta como estigmatizar al votante fujimorista. Han votado por Keiko por representar algo que les importa, o cuando menos representarlo mejor que las otras opciones que tuvieron a su alcance. Por un lado, un Estado más presente. Pero creo su principal demanda es de seguridad. Sin una respuesta urgente ese malestar seguirá creciendo.