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Periodismo, desinformación e IA, por José Ragas

“... La IA no traerá consigo una mejora automática del periodismo, sino que este se debe seguir rigiendo por los principios éticos básicos que garantizan un buen producto”.

Un papa Francisco vistiendo (¿modelando acaso?) una casaca blanca con un crucifijo balanceando en su pecho. Donald Trump arrestado mientras agentes del orden lo llevan a rastras. Volodímir Zelenski, el presidente ucraniano, dando un mensaje a las fuerzas armadas de su país en el que pide que se rindan ante el invasor ruso. Tres personajes que suelen ocupar las primeras planas y nuestras redes, por motivos distintos.

Lo que tienen en común todos ellos, en los ejemplos que acabo de mencionar, es que son situaciones falsas, manipuladas deliberadamente, con propósitos que van desde la diversión (aparentemente) inofensiva hasta intervenir en un conflicto que lleva ya más de dos años. Son producto de la manipulación digital, algunas de ellas resultado de la inteligencia artificial (IA). Por supuesto, no son los únicos ejemplos que circulan en redes, y estos tres casos destacan porque revelan el potencial de la inteligencia artificial para crear imágenes creíbles, fáciles de realizar y, aún más, fáciles de viralizar.

La irrupción de la inteligencia artificial y sus productos derivados en nuestras vidas cotidianas es un fenómeno que nos está costando asimilar. Como si no bastara ya el enorme número de desafíos a nivel nacional y planetario, la irrupción de una herramienta tan poderosa como avasalladora corre el riesgo de añadir confusión a nuestro escenario actual y provocar reacciones anticipadas de desconfianza y rechazo hacia un instrumento que se ha instalado aun en contra de nuestras reticencias y ha comenzado a cambiar nuestro mundo. Algunos de estos cambios son ya visibles mientras otros se cocinan lentamente.

No estamos solos. Herramientas de inteligencia artificial en la era de la desinformación (Lima, 2024) es un texto publicado recientemente por los periodistas David Hidalgo y Gianella Tapullima, ambos de Ojo Público. Se trata de un manual muy útil para navegar en este mundo nuevo y salvaje que ha traído la inteligencia artificial. En casi cien páginas, los autores recorren los temas principales de este nuevo sistema tecnológico, brindando ejemplos muy didácticos y recomendaciones sobre cómo usarlo apropiadamente. Si bien es un texto dirigido a periodistas, en realidad puede ser leído por cualquier interesado que no tenga un conocimiento previo de la IA.

Hidalgo y Tapullima han reunido una serie de recursos muy prácticos en torno a cómo la inteligencia artificial ya viene siendo utilizada en el día a día, pero sobre todo hay un esfuerzo didáctico por ser claros en que la IA no es una herramienta ni buena ni mala de por sí, sino una con la que se pueden hacer muchas cosas, según recuerda Yejin Choi en el texto introductorio. Entre estas se encuentran, por supuesto, los deepfakes como las imágenes alteradas del papa, un presidente y un expresidente que mencionaba al inicio. No son las únicas, y más de uno debe haber tenido dificultad en reconocer una creada artificialmente de otra “auténtica” (o lo que esto signifique ahora).

Es importante que abordemos el impacto de la inteligencia artificial en el periodismo, porque es un área central de nuestra sociedad. Estos días estamos viendo cómo el Gobierno atraviesa una crisis de legitimidad debido a una investigación periodística que ha expuesto el desbalance patrimonial de la presidenta a partir de la ostentación de relojes de marca. Denunciar hechos como estos es una de las varias funciones que cumple el periodismo independiente. Otra de estas es proporcionar información fidedigna, de modo que sirvan de referente frente a intentos por diseminar datos, versiones dudosas o abiertamente falsas.

En ese sentido, la inteligencia artificial ofrece un doble desafío a la labor periodística, ya que puede ser tanto un aliado como un problema. El libro se concentra en cómo los periodistas pueden sacar provecho de la capacidad que tiene la inteligencia artificial para procesar enormes volúmenes de información, algo que también estamos aprovechando los historiadores y otros investigadores. En el caso concreto de los periodistas, disponer de software que pueda analizar y sistematizar toneladas o terabytes de información en un lapso de tiempo razonable constituye una ayuda y optimización de recursos que pueden ir destinados a otras partes de su trabajo como verificar fuentes, contrastar la información obtenida y preparar la publicación de la misma.

El uso de la IA acompaña todas las etapas del trabajo periodístico, con herramientas que permiten desgrabar entrevistas mientras otras pueden crear avatares para videos explicativos. Los ejemplos incluidos muestran cómo este sistema ha abierto nuevas posibilidades de pensar problemas, examinar la información (escrita o visual) y extraer conclusiones y resultados mejor documentados.

Antes que la euforia se apodere gratuitamente de las salas de redacción, es necesario recordar que la inteligencia artificial es ante todo un sistema sociotecnológico. Es decir, responde a patrones de diseño y programación previamente establecidos por humanos. De modo que, como señala Felix M. Simon en el texto, la IA no traerá consigo una mejora automática del periodismo, sino que este se debe seguir rigiendo por los principios éticos básicos que garantizan un buen producto, teniendo a la inteligencia artificial como una herramienta valiosa, pero no como un fin en sí mismo o un reemplazo de la verificación o la búsqueda de historias. Esto es importante especialmente porque algunas salas de redacción han comenzado a abusar de notas en las que se le “pregunta” a la inteligencia artificial por una serie de datos, como si esta fuese una autoridad.

Con la publicación de No estamos solos..., Hidalgo y Tapullima prestan un servicio invaluable al gremio periodístico, pero también a la sociedad en general, dada la negativa de las entidades públicas en informar a la población sobre las ventajas y riesgos de esta nueva tecnología. Ocupado como está en sobrevivir y proteger a sus aliados, el Gobierno demuestra que no le interesa aprovechar la capacidad que tiene esta herramienta para potenciar la capacidad estatal en beneficio de los ciudadanos, a diferencia de lo que viene haciendo el Gobierno chileno de manera abierta y entusiasta.

Es difícil predecir la dirección que tomará la inteligencia artificial en nuestro país, y si al final del día el saldo será más positivo que negativo para nosotros (me inclino a pensar lo opuesto). Por ello, es necesario que conozcamos más y mejor sobre los efectos inmediatos de la IA y sepamos detectar su utilización en espacios y prácticas que atentan contra nuestros derechos. Ante la abrumadora cantidad de información sobre la IA, textos como No estamos solos... son de mucha ayuda para despejar el panorama y saber cuándo aprovechar y cuándo estar alerta ante imágenes falsas o fake news en redes sociales.

José Ragas

Pasado vivo

Historiador. Radica en Santiago de Chile, donde enseña en la Universidad Católica de Chile. Es especialista en temas de ciencia y tecnología. Su libro más reciente es Los años de Fujimori (1990-2000), publicado por el IEP.