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Parques públicos, por Raúl Tola

“Ese ambiente renovado, vivo y moderno que me encontré está hoy amenazado por el alcalde Carlos Canales, que ha decidido combatirlo imponiendo multas y restricciones”.

Por mi trabajo he tenido la suerte de conocer muchas ciudades, cuyos espacios públicos he disfrutado. Una ciudad como Nueva York, apretada por dos ríos, obligada a crecer hacia arriba, donde las personas viven en apartamentos que suelen ser angostos y oscuros, sería invivible sin ese inmenso pulmón verde que es el Central Park, donde los neoyorkinos (incluso los artistas y las estrellas de cine) practican deportes, se echan a tomar el sol o pasean.

Algo parecido ocurre en el Boston Common, que recibe al turista con su trazado de árboles rojos y fuentes perfectas, pero que impresiona por la invasión de personas que lo emplean como si fuera el jardín de sus casas y donde, además de corredores, ciclistas y power-walkers, es habitual encontrarse con grupos de jóvenes que, bajo la estricta dirección de un instructor de aires militares, se someten a las flexiones, piques, saltos y estiramientos de una sesión de CrossFit al aire libre.

Más cercano tengo el caso de Madrid, ciudad donde vivo, en que los parques públicos son nuestro destino natural de descanso y esparcimiento. Ahí hemos celebrado todos los cumpleaños de mis hijos y es donde ellos salen a patinar, juegan al fútbol o a los carnavales, escalan árboles, se revuelcan en el pasto y corretean con sus amigos, mientras a mí me gusta tumbarme a conversar, tomar cerveza y escuchar música con mi esposa.

Me impresionó mucho Lima, mi ciudad, cuando, por culpa de la pandemia, volví luego de dos años (el tiempo más largo que he pasado alejado de ella). Fue una gran sorpresa salir a caminar por el malecón de Miraflores, que descubrí revolucionado, convertido en un avispero de gentes alegres, vibrantes, con distintos acentos, que luego del encierro habían salido de sus casas para apropiarse de la calle. Esa franja de parques al borde del acantilado estaba rejuvenecida y embellecida por los limeños que practicaban el tai-chi, el yoga, el skateboard o el beat-box, hacían malabares o se equilibraban sobre una cuerda floja.

Ese ambiente renovado, vivo y moderno que me encontré está hoy amenazado por el alcalde Carlos Canales, que ha decidido combatirlo imponiendo multas y restricciones al empleo de los espacios públicos. Se han vuelto frecuentes las imágenes de niños y deportistas intervenidos, amenazados y expulsados de los parques por hacer algo tan cotidiano como vivirlos. Con el pretexto del ornato y la seguridad, pronto habrá que solicitar permisos y pagar licencias para emplearlos, de modo que pronto serán como estatuas y solo servirán para verlos. Mi impresión es que al alcalde Canales no le importan el desorden ni la falta de seguridad, sino que le incomoda la llegada de vecinos de otros distritos porque “afean” el suyo. Como sea, medidas como las que viene tomando pretenden extirparle la ciudad a los ciudadanos, son inspiradas por un pensamiento retrógrado y discriminatorio, y parecen decirnos que, en su imaginación, el progreso es ir hacia el pasado. Por eso, deben ser protestadas y combatidas.

Raúl Tola

El diario negro

Raúl Tola. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.