A estas alturas, está claro que PPK no fue un funcionario público probo. Ex ministro de Economía y luego Presidente del Consejo de Ministros de un gobierno que puso en bandeja una obra como la Interoceánica y se la entregó a Odebrecht (ahora sabemos que a cambio de 20 millones de dólares para Alejandro Toledo). Mientras, en paralelo, una empresa suya asesoraba a la constructora brasileña y cobraba por ello. El monto no importa. Tampoco si él firmó o no los contratos. Ganó algo de dinero. Lo admitió la noche del domingo. Lucró directa o indirectamente mientras prestaba servicios al Estado y no podía hacerlo. That’s all! Si PPK es coherente con la defensa que hizo de su investidura cuando se negó a presentarse ante la Comisión Lava Jato alegando que no sometería a un circo la Presidencia de la República, debería evitarle al país el penoso espectáculo al que asistiremos el jueves. Al margen de que la oposición consiga o no los votos para vacarlo, será una carnicería. Ya expuso sus cartas intentando responder a los periodistas incisivos pero respetuosos que lo entrevistaron en Palacio de Gobierno. ¿Espera que ocurra lo mismo en el Parlamento? ¿Acaso cree que saldrá ileso después de que fujimoristas y apristas lo trituren? Si lo vacan, el hombre que asumió la presidencia del Perú hace poco más de un año con el mejor currículum de la región (como destacó la revista América Economía) tendrá que dejar el cargo por la puerta falsa. Si se salva de la vacancia, Kuczynski estará condenado a la duda permanente del ciudadano, incluso del que votó por él. Además, habrá quedado chamuscado, frágil y sin piso ante cualquier pequeño nuevo embate. Una disculpa y un elegante adiós. Es lo mejor que puede hacer el Presidente… si realmente está pensando en el país.