El riesgo de que la ciudadanía les pase factura., El discurso positivo, convocante y conciliador de Luz Salgado de hace cuatro días, cuando la eligieron presidenta del Congreso, parece hoy un oasis en el desierto de la patanería en el que está perdido el fujimorismo y cuyos principales perjudicados serían ellos mismos, además de, por supuesto, el país. No es un asunto, como dicen los fujimoristas, de aplaudir o no aplaudir al nuevo presidente, sino de una actitud elemental de cortesía y respeto por alguien que, pese quien le pese, es el presidente de la república, y no Keiko Fujimori, como gritaban desde los balcones del Congreso. Parecería que perder una elección presidencial aloca al fujimorismo, como hace cinco años cuando Martha Chávez armó un gran escándalo en la inauguración de Ollanta Humala. El nuevo desaire, un lustro después, en la inauguración de Pedro Pablo Kuczynski, es más inapropiado aún pues, por un lado, hay consenso en que su mensaje fue bastante bueno –y una evidencia son las portadas de todos los diarios de ayer– y, por el otro, por el tono conciliador y la convocatoria a la unión nacional. No obstante, además de la barra brava que se armó en las tribunas del hemiciclo, estuvieron los comentarios desatinados de congresistas como Luis Galarreta, Cecilia Chacón, Héctor Becerril o Lourdes Alcorta que contrastan con el mensaje ponderado de Salgado; y, también, el mensaje enviado desde Estados Unidos por Keiko Fujimori para recordar que su partido controla el Congreso y que esa mayoría la usará para convertir las propuestas de su plan de gobierno en leyes. El origen de todos estos berrinches es que el fujimorismo cree que perdió la elección presidencial con las justas, en el tramo final, porque se la robaron. Y la consecuencia es la intención que se evidencia en los gestos realizados el 28 de julio que trasuntan sangre en el ojo que se expresaría en la acción política en obstruccionismo. El riesgo para el país de dicha actitud es, obviamente, muy negativo. Pero también lo es para el propio fujimorismo porque, de persistir con la pataleta, podría quedarse en mala posición frente a la ciudadanía. Por ejemplo, en un contexto como el que se está perfilando, la opinión pública podría ver a un presidente viejito, simpático y bien intencionado, amenazado por una mayoría opositora que actúa con mala intención. Si el fujimorismo sigue con este berrinche penoso, corre el riesgo de que la ciudadanía le pase una factura grande. Y se la está ganando.