Testimonio. La Comisión de Ética, convocada por el propio Sodalicio, emitió el 16 de abril un demoledor informe, que la describe como una organización concebida para perpetrar abusos físicos, psicológicos y sexuales, como denunció Mitad monjes, mitad soldados. Hay muchos ex sodálites que no conversaron con la Comisión y no se sabe qué pasará con ellos. Uno de estos casos es el que relatamos a continuación. Los abusos del Sodalicio (Parte VI), Su nombre es Martín Pérez del Solar. Ingresó formalmente al Sodalitium Christianae Vitae (SCV) en agosto de 1999 y salió de la institución en diciembre del 2013. Vivió 14 años al servicio de dicha sociedad de derecho pontificio. Martín, desde pequeño, siempre tuvo vocación por el arte. Y juzgaba que ahí, en el SCV, podía plasmar su sensibilidad, desarrollando su disposición y habilidades. PUEDES VER: Sodalicio: Alessandro Moroni pone cargo a disposición de la Santa Sede Una vez adentro, y luego de ser adoctrinado en la cultura interna que ha caracterizado al Sodalitium durante más de 40 años, Martín se convirtió en un militante servil y obediente. Y así se comportó durante todos sus primeros años viviendo en las comunidades de esta asociación que forma parte de la iglesia católica. Ahí conoció a Erwin Scheuch, a quien recuerda como el primer sodálite que habló mal de sus padres. “Después de conocer a mi madre, me dijo: ‘Tu madre te quiere dominar, y está claro que te tiene cogido de los h...’”. Según Pérez del Solar, Scheuch lo maltrató durante un largo tiempo. “Cuando lo tuve de superior me ordenó quitarle el colchón a mi cama y dormir sobre los tablones de madera y solo con una frazada. Así viví durante 6 meses”. Como consecuencia de los dolores que perduraron con el tiempo, lo enviaron al médico, quien le diagnosticó fibromialgia (trastorno que causa dolores musculares y fatiga), probablemente un pronóstico errado pues le ordenaron que, en ningún caso, dijera cuántas horas nadaba al día. En San Bartolo Sobre su paso por los denominados “centros de formación” ubicados en la playa San Bartolo, al sur de Lima, no tiene buenos recuerdos. “En San Bartolo nadábamos tanto que llegué a odiar el mar. Y lo peor era cuando te hacían nadar de noche, porque a veces transitaban botes de pescadores que no te veían y te podían atropellar; te morías de miedo cuando te daban esa orden. Aunque luego se prohibió nadar por las noches porque el papá de Franz Guillén había amenazado filmarnos. Yo amaba el mar porque era corredor de tabla, pero la experiencia sambartolina me hizo detestar el mar”. Martín narra también que, luego de que le diagnosticaron que tenía escoliosis tuvo que abandonar los ejercicios físicos que ponían el acento en los abdominales y en las planchas, así es que le ordenaron hacer yoga bajo la tutela de Daniel Murguía, el sodálite que en el 2007 fue encarcelado por pederasta. “Murguía, debo decirlo, me toqueteó, pero también creo que fue una víctima del sistema”, enfatiza. También evoca los momentos en que, por razones absurdas, lo dejaban sin comer hasta dos días. “Una vez fue porque me olvidé de poner la red en el arco de fulbito. Otra vez porque me olvidé de inflar la pelota y me hicieron hacer mil planchas”. Describe asimismo historias que vio, como cuando un sodálite chileno se quedó dormido mientras que Luis Figari hablaba. Ello le significó al sureño nadar cuatro veces a la isla, ida y vuelta, a la hora de la siesta, durante los dos años que residió en San Bartolo. Y al resto de la comunidad, como escarmiento porque uno cogió el sueño, los conminó a no probar bocado hasta el día siguiente. En otra ocasión, llegó a vivir una temporada en San Bartolo el sodálite Alfredo Garland Barrón, uno de los de la “generación fundacional”. Se instaló en la habitación en la que vivió Jeffrey Daniels, el sodálite pederasta serial. Ahí le hicieron una oficina y biblioteca. E instalaron muebles de cuero y cómodas en las que ponía sus objetos y adornos antiguos y lujosos, nada congruente con la austeridad de los cubículos en donde dormía el resto de sodálites. “Si a Garland le caías mal, te trataba con la punta del pie. Era racista como nadie. Se rodeaba de gente rubia y blanca y de ojos claros. Defendía ardorosamente a Franco”, dice. El tormento Tokumura Otro sodálite que se convirtió en su tormento fue Óscar Tokumura Tokumura, respecto de quien, pese a todas las denuncias que se le conocen de maltrato físico y psicológico, el Sodalicio todavía no ha adoptado ninguna medida en su contra. “Tokumura me llamaba eventualmente a su cuarto durante el primer año que entré a San Bartolo. Pero fue en el segundo año cuando todo se puso muy incómodo e ‘íntimo’. Había semanas en las que ponían películas en las noches, y cuando todos se iban a verlas, Óscar me llamaba a su cuarto para conversar. Siempre era a golpe de las 8 o 9 de la noche. Lo peor es que, cuando la película terminaba y todos se iban a dormir, él pretendía que me quedara a acompañarlo un rato más. Esto ocurría por lo menos tres veces a la semana. Hasta que, en algún momento, comenzó a cambiarse la ropa delante de mí, sin ningún pudor. Se calateaba delante de mí, se ponía su pijama y se metía a su cama, mientras me hablaba. En un par de oportunidades, cuando yo estaba acostado en mi cuarto, él pasaba a buscarme con alguna excusa, y de pronto “se tropezaba con algo” y “se caía” encima mío. ¡Y se quedaba ahí, en mi cama, echado a mi costado! Pasó más de una vez, y era muy incómodo. Esto duró un año entero”. “Otra cosa extraña en Tokumura eran sus despertadas. Había tres personas encargadas de despertarlo: SC, SB o AH, curiosamente todos eran chicos blancos y de ojos claros. Primero, tenían que tocarle la puerta. Si no contestaba, entonces había que abrir la puerta y entrar y pasarle la voz desde el pasillo de entrada de la habitación. Y si así no se despertaba, el tercer paso era rodearlo y empezar a tocarlo para que se levante. Hasta que decía: ‘Ya, suficiente’”. El colegio San Pedro El padre Jaime Baertl es quien lo introduce al colegio San Pedro para enseñar. En esos tiempos, anota Pérez del Solar, Jeffrey Daniels, el depredador sexual de menores, trabajaba en el San Pedro. “Conozco el caso de un chico que cuando estaba en segundo grado de primaria, Jeffrey lo llamaba a su oficina y se le insinuaba... La historia me la contó el mismo muchacho, llorando, justo cuando yo estaba saliendo de la comunidad”. Pérez del Solar siempre quiso estudiar música, pero el Sodalicio no lo dejó. Le ordenaron estudiar unos años en la Facultad de Filosofía y luego Pedagogía. Cuando entra como profesor al colegio San Pedro, el director era el sodálite Alfredo Draxl (denunciado por José Enrique Escardó en el 2000 por colocarle una navaja suiza en el cuello). A Draxl lo describe como una persona extraña, a quien una vez le escuchó decir que no le gustaban las mujeres ni sentía nada por ellas. Cuando a Martín le sobreviene una crisis vocacional debido a que no puede con la exigencia del celibato, le dice a su superior que si se va del Sodalitium le gustaría seguir enseñando en el colegio (tenía contrato por 10 años y estaba en planilla), porque no tenía una carrera y debía ayudar a mantener a su madre. Uno de los miembros del Consejo Superior, Fernando Vidal, le dijo: “No hay ningún problema”. Pero cuando habló con Draxl, éste le respondió: “Podrías confundir a los chicos porque ellos te veían como a un consagrado y ya no lo eres”. Pérez del Solar habló con Fernando Vidal y Rafael Ísmodes, del Consejo Superior. Le dicen que no debe preocuparse, iba a regresar al colegio de todas maneras. Martín confió en la palabra del Sodalitium. Y fue a buscar un departamento a donde iba a llevar también a su madre. La sorpresa vino al poco tiempo, Ísmodes lo llama para informarle que, conversando su caso, no iba a poder trabajar en San Pedro. Martín se quedó gélido, balbuceaba preguntas: “¿Ahora qué voy a hacer?”. Entonces se acordó del sodálite Miguel Salazar, cuando lo obligaron a estudiar Pedagogía, quien una vez le comentó: “Ningún artista podía ser santo”. La historia de Martín es larga y dramática. Y atraviesa negociaciones angustiantes con el Sodalicio. Es un relato preñado de incidentes en los que no halla ocupaciones y solo le queda acudir al Sodalicio, al cual le había dedicado 14 años y donde al final le aseguraron que, al salir, iba a triunfar. Entre el 2015 e inicios de este año siguieron las promesas que jamás se concretaban. Hoy le quedan 2.800 dólares para vivir. Psiquiatra y fármacos Otro de los “aportes” del Sodalicio, cuando Pérez del Solar decide irse, fue el contacto con el psiquiatra Carlos Mendoza, el mismo que trató a Jeffrey Daniels. A él le revela que al salirse del Sodalicio se había vuelto obsesivo y le rondaban ideas pesimistas y negativas, todo esto como ansiedades irracionales. Mendoza le responde que era algo biológico, seguramente lo tenía en sus genes y le recetó Seroquel, fármaco utilizado para tratar la esquizofrenia y de los episodios maníacos y depresivos severos del trastorno bipolar. Martín sigue sin encontrar una ocupación y se siente incapaz de reinsertarse en el mundo. Y su novia está embarazada, viviendo en una situación precaria. Su caso no llegó a documentarse ni en la investigación periodística que presentamos en octubre del 2015 ni en la Comisión de Ética. Y no es el único que ha quedado fuera. De pronto, Martín advierte: “Fue leyendo Mitad monjes, mitad soldados cuando constaté que yo también soy una víctima”. Sobre el caso Ferroggiaro El pasado jueves, en la web del Sodalicio, se publicó un comunicado supuestamente aclaratorio a una información anterior (La República 20/4/2016), sobre la separación del clérigo sodálite Luis Ferroggiaro, y 'aclarando' un post publicado por uno de los autores de esta nota en La Mula. En ambas informaciones se expresa lo mismo, aunque de diversa manera: que el sacerdote Luis Ferroggiaro Dentone no vive actualmente en ninguna comunidad sodálite, porque está en los Estados Unidos mientras dure la investigación que le están haciendo debido a que el 8 de abril el arzobispo de Arequipa, Javier del Río, hizo público que le pidió al Sodalicio el retiro de este sacerdote de su jurisdicción y, en consecuencia, sea devuelto a Lima. Del Río le reclamó esto al Sodalicio porque recibió una denuncia muy similar a la que hizo Jason Day en su columna de este diario (22/2/2014), y muy parecida a la que se envió al Tribunal Eclesiástico de Lima, y muy semejante a la que narra Martín Pérez del Solar en el informe de hoy. En todos los casos se acusa un comportamiento exageradamente “afectuoso y cariñoso”, además de sospechoso, que incomoda seriamente a quienes son receptores de su “afabilidad”.