Así arranca The Keepers, el último documental de Netflix que no pueden perderse. En el ático revuelto del periodista Tom Nugent, quien enarbola un periódico añoso y decrépito que se interroga por el asesinato de una monja. Se trata de la monja Catherine “Cathy” Cesnik, una religiosa y profesora en el Instituto de Mujeres Arzobispo Keough, de Baltimore, Maryland. Cesnik desapareció el 7 de noviembre de 1969. Salió a comprar y nunca más regresó. Estaba a punto de cumplir veintisiete años. Su cuerpo agusanado apareció un par de meses después, a inicios de enero de 1970, en un bosque, cerca de un vertedero de basura, a varios kilómetros de su casa. Lo encontraron un par de cazadores. Había recibido un contundente golpe que le perforó el costado del cráneo. Aparentemente, no murió instantáneamente. Más extraño todavía. Su auto apareció a unos metros de donde vivía, mal estacionado y con hierbajos que colgaban al interior. El homicidio de Cesnik es lo que los gringos llaman un cold case. Un caso abierto, pendiente, sin resolver. Su desaparición es investigada concienzudamente por dos exalumnas setentonas, que son como Thelma y Louise, pero en plan detectivesco. Ellas se llaman Gemma Hoskins y Abbie Schaub, y son como el hilo conductor de esta truculenta historia que carece de un narrador convencional. El productor y director, Ryan White, nos transporta a través de su documental a la búsqueda de una verdad inasible y escurridiza. Y en la medida que nos vamos acercando a ella, se nos pone la piel de gallina. El gran valor del trabajo de White es que nos introduce en un caso abandonado por las autoridades policiales y judiciales de Baltimore, y arroja nuevas luces e indicios y pruebas y testimonios verosímiles, que abren hipótesis sorprendentes sobre los posibles móviles del crimen. De hecho, una de las conjeturas más admisibles tiene que ver con la existencia documentada de una red de abusadores sexuales que atacaba a las alumnas donde Cesnik era profesora. El líder de este sistema perverso, en el que participaban sacerdotes católicos, policías y hasta ginecólogos, era el sacerdote Joseph Maskell, quien ejercía de capellán en el colegio donde enseñaba Cesnik. Los dolorosos testimonios se van abriendo paso a partir del segundo capítulo (son siete, en total). Y ahí nos enteramos de que, en 1994, dos exalumnas presentan cargos contra Maskell, pero ambas son intimidadas por la poderosa e influyente arquidiócesis de Baltimore. Las pruebas, además, fueron encubiertas y las investigaciones entorpecidas. El documental de White es profuso en información. Incluso en información irrelevante. Como si no hubiese querido guardarse nada, mostrando todo lo que encontró y escuchó. Pues hay momentos en que las conjeturas no dejan de sucederse, una detrás de otra, como muñecas rusas. Y el relato, preñado de subtramas, zigzaguea ininterrumpidamente entre la muerte de Cesnik y los casos de pederastia. Lo más fuerte, ya lo dije, son las entrevistas a las víctimas sexuales. Todas ellas, hablando por primera vez luego de cincuenta años de los abusos perpetrados por el padre Maskell, narran cómo este les jodió la vida, usando la religión como pretexto para sus abusos, manipulándolas psicológicamente, aprovechándose de su vulnerabilidad. The Keepers muestra claramente la galopante corrupción en el corazón de la institución católica. Pues el padre Maskell (quien falleció en el 2001) fue encubierto por las autoridades de la arquidiócesis, y, al parecer, de la policía (donde uno de los jefes policiales de Baltimore era un hermano del cura). “Creo que asesinaron a Cathy Cesnik porque iba a hablar sobre lo que pasó en la secundaria Keogh”, dice una de las investigadoras. Probablemente uno de los momentos más impactantes es cuando Jean Wehner, una de las víctimas de Maskell, describe cómo, antes de que el cuerpo de Cesnik fuera descubierto, el sacerdote que la violó la llevó hasta el lugar donde estaba semienterrada, y le dijo: “¿Ves lo que pasa cuando dices cosas malas sobre las personas?”. En los hechos, no existe ninguna evidencia física que conecte a Maskell con el delito. Pero los indicios que conectan el homicidio de Cesnik con los abusos de Maskell son irrecusables. Y a pesar de los testimonios demoledores, nunca pasó nada. En síntesis, si les gustó Spotlight, pues acá tienen otra historia real sobre el comportamiento de la iglesia católica ante sus pederastas. Cómo los enmascara. Cómo defiende la prescripción legal. Cómo compra silencios. Cómo revictimiza a los sobrevivientes. Y cómo hiede esta antiquísima institución, tan omnipotente como podrida. Véanla. Los dolorosos testimonios se van abriendo paso a partir del segundo capítulo (son siete, en total).