La manera como Alejandro Toledo acaba su trayectoria.,Alejandro Toledo está culminando su trayectoria pública de la manera más penosa al contradecir los valores que ofreció defender en su incursión en la política. Enfrenta una sentencia de prisión preventiva de 18 meses por el caso Ecoteva que está muy vinculado a la acusación de haber sido sobornado por Odebrecht por US$20 millones. Es hoy un prófugo de la justicia peruana. Tiene una orden de captura internacional con alerta roja y un proceso de extradición en Estados Unidos que puede demorar varios años. Como toda persona, Toledo tiene derecho a un debido proceso para defenderse en el plano legal y, también, como ex presidente, en el político. Sin embargo, su defensa en ambos planos es lamentable. En el legal, consiste en huir de la justicia con argumentos absurdos. Y peor lo hace en el político, con expresiones delirantes como que lo persiguen para impedir la elección de Keiko Fujimori. Toledo ya no pesa nada, desde hace tiempo. Todo lo anterior se refleja en una soledad creciente de Toledo, al liquidar Perú Posible –partido que ya murió en la legalidad y en la realidad– y romper con la mayoría de sus amigos, como Josef Maiman. Conocí a Alejandro Toledo hará unos 35 años cuando vino a Lima para asesorar a Alfonso Grados Bertorini en el Ministerio de Trabajo con el fin de construir una alternativa, desde dentro del gobierno, a las ideas de Manuel Ulloa en el MEF. Siempre fue una persona compleja, por hablar más de lo que hacía, con frecuencia fuera de la realidad; ser poco diligente en el trabajo; abusar de su ‘choledad’ como argumento para avanzar en la política, para no hablar de su frivolidad y el no reconocimiento de su hija Zaraí. Pero también tuvo virtudes, desde la simpatía que generaba a pesar de sus defectos, hasta su participación en la recuperación democrática frente al fujimorismo, y su defensa de libertades democráticas como la de expresión y los derechos humanos. La última vez que lo vi fue hace unos siete meses en Palacio de Gobierno en la cena oficial al presidente de China, donde tuvo algún desatino. Hoy, ante la evidencia, Toledo se perfila en –lo que la justicia debe examinar– un corrupto más de los que han pasado por Palacio de Gobierno, como el condenado por corrupción Alberto Fujimori al que se enfrentó. Pero esa no es la única frustración que produce Toledo. Él fue uno de los pocos cholos que llegaron a la presidencia de la república por la vía democrática. Con su comportamiento actual, él ofende el orgullo que eso produjo para el Perú y muchos peruanos.