El grupo de élite de la bancada de Fuerza Popular eligió para su grupo de chat por Whatsapp el nombre de Mototaxi. El apelativo es una broma privada, se entiende. Pero toda broma está destinada a ser escuchada por otros. En “El chiste y su relación con el inconsciente”, Freud lo explica con sencillez y claridad: “¿Por qué estamos obligados a comunicar nuestros chistes a los demás? Porque no nos podemos reír solos”. En esa misma obra de 1905, que Lacan tenía por uno de los grandes trabajos del fundador del psicoanálisis, Freud distingue entre las bromas inofensivas y aquellas basadas en la agresividad, la obscenidad o el cinismo. Basta ver lo ocurrido en los últimos días con el fujimorismo en el Congreso para darse cuenta de la orientación inconsciente del nombre. Pasada la emergencia del Niño Costero, y apenas iniciada la inmensa tarea de reconstrucción de un país devastado, el fujimorismo no encuentra mejor empeño que censurar al ministro Carlos Basombrío. Asimismo, derogan el artículo 1 del decreto legislativo 1323, desprotegiendo a la comunidad LGTBI. Como si todo eso no fuera suficiente en un espacio de tiempo tan breve, insisten en un indulto legalmente imposible para Alberto Fujimori. Las mototaxis son unos vehículos ligeros y versátiles, que se distinguen por el bajo precio de sus servicios y una propensión a la transgresión de las normas de tránsito. Si alguna vez han pasado por Chincha o Huaral, por ejemplo, entonces pueden hacerse una idea de esta imagen. Un enjambre de estos pequeños transportes motorizados, circulando de manera achorada y anómica, como un enjambre de abejas enfurecidas. Estoy seguro de que sus conductores, como los de las combis, están atrapados en un sistema que los obliga a comportarse de esa manera informal y violenta, en un afán desesperado de supervivencia. Por eso la elección de ese nombre por parte de la bancada de Keiko Fujimori, es todo menos una casualidad. Acaso ellos también están inmersos en una dinámica política que los rebasa, aunque Kenji se vista de Über Black. En una entrevista en el suplemento Domingo de La República, Alberto de Belaunde intentaba tender puentes con este grupo en donde no escasea la homofobia. En vano. Al punto que Maritza Espinoza, la entrevistadora, se vio obligada a volverlo a llamar, toda vez que cuando conversó con el congresista de Peruanos por el Kambio, la bancada de FP aún no había arremetido contra el D.L. 1323. Los puentes se desplomaron, como diría el recordado José Justiniano. Esa dinámica regresiva y hostil, en donde la agenda no la inscribe el bien común, sino los intereses de un grupo identificado con los aspectos más retrógrados y autoritarios de nuestra sociedad, da réditos a corto plazo. El tiempo dirá si somos capaces de revertir esa tendencia y convivir en una atmósfera civilizada.