Tras la elección del año pasado en el Frente Amplio tenían muchas razones para celebrar. Se logró un tercer lugar en condiciones muy adversas gracias al surgimiento de Verónika Mendoza, una lideresa carismática, joven y proveniente del bastión territorial de la izquierda. Además, se obtuvo una bancada de veinte miembros, la segunda en el Congreso, lo que les permitía construir una agenda nacional y afianzar nuevos liderazgos. Alguien con cabeza fría también debía reconocer los déficits y problemas que les dejaba la elección, tales como una débil presencia en Lima, los estigmas que se activaron en los últimos días de la primera vuelta y la ausencia de cuadros técnicos para gobernar. Además, sería un reto aparecer como oposición al gobierno sin ser criticados por hacerle el juego al Fujimorismo. Pero eran problemas secundarios si los comparábamos con su situación antes de la elección. Construir partidos es difícil en América Latina, y más en el Perú, pero el FA comenzaba con buen pie. Contaban ya con una candidata competitiva, tenían inscripción, su símbolo ganaba presencia, habían jubilado a líderes sin arrastre electoral y la elección demostró, una vez más, que hay un voto de izquierda importante por recoger. Todos fuertes incentivos para aglutinar. El sentido común mandaba trabajar con cuidado para no perder lo obtenido y ampliarlo. Y sin embargo lo que observamos es un grupo haciendo esfuerzos denodados por suicidarse, y peor, ante cámaras. Primero, el sector del partido representado por Tierra y Libertad comenzó a ningunear a su propia candidata, criticándola pues ellos no tienen “líderes naturales”, como si Mendoza fuera una caudilla angurrienta, y sugiriendo que cualquiera hubiese alcanzado esa votación. Esto es falso, para reconocerlo basta con ver la importancia que da Mendoza a construir un partido y recordar lo que fue la performance de la izquierda con malos candidatos. Hoy la lideresa ha perdido apoyo, no habla a nombre de un partido en el Congreso, e incluso debe medir sus intervenciones para que no la critiquen quienes ayudó a elegir.En paralelo, los micro-intereses de la representación parlamentaria, sean gremiales o regionales, les ha impedido construir una agenda común. Atrapados en la división y esta micro representación es difícil explotar temas amplios de relevancia electoral. Hay liderazgos que se hacen más visibles, como los de Arce, Glave, Huilca, Quintanilla, o el propio Arana entre sus parciales, pero la agenda común no aparece. El Congreso tampoco está sirviendo para renovar discursos y vencer prejuicios. Peor, hay por lo menos dos parlamentarios cuyas declaraciones muestran que el radicalismo ochentero sigue vivo. Los periodistas ya saben que solo deben ponerles un micro al frente para que se luzcan. Hoy se han partido los grupos, con el sector que apoya a Mendoza buscando sin financiamiento un millón y medio de firmas para inscribirse. El sector de Tierra y Libertad comete errores gruesos, como vimos hace unos días. Y pelean. Sería mentir decir que sorprende la situación, pues había antecedentes que hacían previsible este escenario. Pero sí es impactante lo rápido que se ha dado el desmadre y la incapacidad para escapar de él.Seguramente, como en la serie de Netflix de moda, podríamos dar hasta trece razones para explicar el suicidio. Pero considero que lo fundamental pasa por un viejo problema de la izquierda peruana: la dinámica e intereses de grupo le impiden ver el mediano plazo, se actúa para el militante (aunque sean un puñado) antes que pensando en el electorado. Tierra y Libertad entiende la política de una manera muy particular y teme que si amplían su membresía se desnaturalicen sus principios. Los otros grupos no tienen inscripción y se sienten secuestrados. Y una serie de congresistas, que obedecen a esta lógica de organizaciones minúsculas, no ayudan.¿Hay salida? Difícil. Pasa por convencer a Tierra y Libertad que probablemente no existirán el 2021 sin Mendoza. Y los de Nuevo Perú podrían ser convocados de vuelta tragándose algunos sapos, pues la realidad ya debe haberles mostrado que es muy difícil llegar a la inscripción. Y reconocer el enorme costo del conflicto. Hoy tienen candidata y marca, a este ritmo el 2021 no tendrán nada.