Hay una tendencia cada vez más común en todo el mundo que se dirige a la eliminación de las humanidades (y en particular, la filosofía) dentro de los estudios escolares y universitarios. Se va imponiendo el principio de que el currículo debe asegurar la productividad de los estudiantes y que para ello debe darse prioridad a las materias que les permitan acceder al trabajo o a desarrollar un emprendimiento. La educación, se dice, debe ser práctica y dirigirse por ello lo más pronto posible a resultados eficientes. Ahora bien, eso solo se conseguirá si la educación se enfoca única (o principalmente) hacia aquellas materias que modelan personas eficientes, prácticas, productivas prestas a satisfacer las demandas del mercado.Quienes así piensan creen que la filosofía y las humanidades son asuntos imprácticos y, por tanto, inútiles, una pérdida de tiempo, especialmente en un contexto en el que lo más importante consiste en robustecer en los estudiantes las capacidades que le permitan, una vez graduados, “triunfar” en un entorno muy competitivo. Hay bastante ingenuidad en esta forma de ver las cosas porque, cada vez es más evidente que justamente el futuro que nos brinda la tecnología nos demanda más imaginación, más capacidad de comprender las necesidades del entorno y más impulso creativo. La imaginación, la reflexión, la creatividad son competencias que se desarrollan desde las humanidades, es decir, desde la comprensión de la persona humana y su obrar. Las disciplinas que estudian el lenguaje, la literatura, la historia o el arte de pensar con rigor son precisamente aquellas que permiten construir las nuevas visiones del mundo, forjar la creatividad y, sobre todo, tomar decisiones más acertadas y más éticas. Las humanidades, además, se hallan en la base de la formación ciudadana, un elemento fundamental para gozar de una democracia estable dentro de una sociedad solidaria.De otra parte, esta “nueva” manera de pensar nos presenta al mercado como algo establecido, un fenómeno impersonal, y no como una construcción de seres humanos. Deberíamos recordar que el mercado no es una abstracción sino el resultado de nuestras decisiones, y siempre se halla entre nuestras posibilidades transformarlo. Nunca está de más recordar que la economía debe estar al servicio de las personas y no al revés.Reducir el estudio de las letras en las escuelas y en las universidades implica reducir las capacidades de las nuevas generaciones y, por lo mismo, empobrecer nuestra sociedad. La decadencia de las humanidades resulta entonces la decadencia del sistema político en su sentido más rico.Desearíamos que el señalar este hecho se convierta en un llamado a la acción. Es urgente que retomemos el valor de las humanidades, es necesario, para enriquecer nuestra vida y asegurar el futuro, recuperar los espacios para la reflexión filosófica, una tarea que no se restringe a las aulas sino que debiera ser un asunto frecuente en el quehacer diario.De allí que tengamos que aplaudir que el Centro de Estudios Filosóficos de la PUCP, dirigido por el Dr. Miguel Giusti, organizara la semana pasada “La Noche de la Filosofía”, una serie de actividades que convocó a cerca de cien filósofos, artistas y académicos. Tal evento ha sido llevado a cabo en diversas ciudades del mundo. En esta ocasión fue Lima el escenario a través del cual la Filosofía rindió homenaje a la PUCP por su Centenario. ¡Hermoso gesto!