El riesgo de un fujimorismo que no reconoce su derrota.,La aprobación de la opinión pública al presidente de la república no siempre constituye un indicador correcto de la calidad de su desempeño, pero sí se convierte en un factor crucial para la estabilidad política cuando se trata de un gobierno frágil como el de Pedro Pablo Kuczynski que enfrenta a una oposición muy fuerte que controla el Congreso y aún tiene tanta sangre en el ojo que la lleva a cuestionar la legitimidad de la elección 2016 que perdió de manera ajustada pero inobjetable. Eso es lo que ha planteado anteayer el congresista neofujimorista Luis Galarreta en una entrevista insólita, por las barbaridades que dice, concedida al diario Gestión. En particular cuando sostuvo que, “a título personal, considero que Keiko no ha perdido la última elección. Hemos aceptado el resultado electoral, pero yo creo que no fue así”. Lo que Galarreta plantea, a menos de un año de la segunda vuelta, y cuando el gobierno aún no ha cumplido nueve meses, es que Keiko Fujimori ganó la elección pero, por razones que no explica, se favoreció, de manera indebida, a PPK. Es un argumento que el fujimorismo ha insinuado varias veces, lo cual explicaría el comportamiento político errático de Fuerza Popular y, en especial, de Keiko Fujimori. La insinuación de Galarreta constituye una irresponsabilidad que no se justifica ni siquiera por su aspiración de reemplazar a Luz Salgado en la presidencia del congreso, una carrera en la que compite contra varios y que es crucial en el aparato fujimorista, pues el ganador sería percibido como alguien muy importante en la jerarquía naranja. Es una competencia dura que enfrenta, además de Galarreta, a Lourdes Alcorta, Cecilia Chacón y Héctor Becerril, y en la que un requisito indispensable es contar con la bendición de Keiko Fujimori, pero que también necesita de algún consenso interno y que podría llevar a desenlaces como una elegida sorpresa como Rosa Bartra o hasta un segundo período de Luz Salgado. Pero, en el camino, esta lid genera la necesidad de los competidores de decirle a Keiko Fujimori lo que le gusta oír, como que ella no perdió la elección 2016 sino que se la robaron. El riesgo evidente de eso es que, de esa manera, se contribuye a erosionar la legitimidad de la presidencia de PPK, ayudando a construir los argumentos para una eventual vacancia si su aprobación se reduce mucho. Por ello, contar con un respaldo razonable de la ciudadanía es, en este lustro político, un factor crucial de la gobernabilidad peruana.