Acaba de aparecer un libro titulado la verdadera historia de Mariano Ignacio Prado, escrito por el odontólogo y capitán de navío Antonio Gárate, para dar respuesta al texto anteriormente escrito por el congresista Víctor Andrés García Belaunde. Aparentemente son completamente opuestos. García Belaunde ataca ferozmente a Prado y Gárate lo defiende con la misma pasión. Sin embargo, sostienen un argumento muy parecido.En efecto, según estos textos, el Perú perdió la Guerra con Chile por acción de un traidor. En el libro de García Belaunde ese desleal es precisamente Prado, mientras que en la obra de Gárate el papel de felón le corresponde a Piérola. Pero el razonamiento de fondo es idéntico, el Perú fue vencido porque en las altas esferas hubo complicidad con el enemigo. Ambos libros parten de la famosa teoría conspirativa, según la cual, detrás de los acontecimientos se mueven fuerzas oscuras que manipulan a la gente y la conducen a la muerte o a la victoria. El problema de esta teoría es que no incorpora la voluntad de las mayorías, construyendo una interpretación donde solo importan unos cuantos individuos súper poderosos.Por su parte, desde siempre, los investigadores se han preguntado por las causas de la derrota del Perú. Es un tema clásico que ha recibido muchas respuestas. Encontramos explicaciones exculpatorias, que sostienen que Chile se había armado hasta los dientes con anterioridad, hasta razonamientos conspirativos, como los libros que estamos comentando. Pero, hace ya sesenta años, Jorge Basadre elaboró una explicación menos maniquea, fruto de su largo conocimiento de la materia y de su afán por escribir historia para enriquecer el presente. Sostuvo que el Perú había perdido por una razón simple y concreta: el Estado peruano era empírico y se asentaba en un abismo social. En contraste, el Estado chileno era más organizado y su sociedad más compacta. La virtud de este tipo de argumento es que conserva actualidad y permite plantearse preguntas sobre nuestra época. ¿Sigue siendo empírico el Estado? Por lo que se ve, ha empeorado. A punto de cumplir 200 años, de los últimos seis presidentes, dos han sido condenados por derechos humanos y otros tres afrontan gruesas dificultades por corrupción. Solo se salva Fernando Belaunde, pero los otros cinco están presos o pedidos. En la víspera del bicentenario, la construcción del Estado republicano es un desastre. Por su parte, los libros inspirados en teorías conspirativas alimentan las leyendas urbanas y entretienen a sus lectores con narraciones de buenos y malos. En este terreno, García Belaunde lleva ventaja, porque la gente en el Perú condena casi unánimemente a Prado. Sin embargo, ambos textos tienen algunos destacados aportes. El libro de García Belaunde reconstruye la historia del negocio de Prado en Chile y lo deja bastante mal parado. Por su parte, la obra de Gárate rescata un informe del congreso de EEUU, que no menciona a Prado en su estudio sobre la corrupción en la compra de los monitores, que García Belaunde había sostenido era el origen de la fortuna familiar. Así, hay nuevos datos que se agradecen, pero queda una duda. Cuál será la razón para que algunas grandes familias ventilen sus problemas escribiendo libros de historia, además concebidos y realizados por no profesionales de la disciplina. Para cierto sector de la elite y como parte integrante de su alma tradicional, el linaje sigue siendo una nota distintiva de calidad. Para esta manera de ver el mundo, el prestigio familiar se remonta a la historia y debe acompañar a la riqueza, con ella no basta. Sin embargo, y ahí está nuevamente nuestra habitual improvisación, a la que aludía Basadre, si es así, por qué hacerlo a través de destacados expertos en otros oficios.