Les soy franco, si bien en un artículo de inicios de año coloqué a Julio Guzmán como una de las posibles sorpresas de campaña, no creí que pudiera subir tanto en intención de voto. Ahora pienso que de no haber sido retirado por el JNE probablemente hubiese llegado a segunda vuelta y, dadas las debilidades que demostró Keiko Fujimori, podría haber ganado la elección. ¿Qué nos enseña este nuevo caso de un outsider en el Perú, una democracia donde el crecimiento sorpresivo de candidatos pequeños ya no es sorpresa? Lo primero que enseña el caso Guzmán es que las redes sociales ya son un medio efectivo, relativamente económico, para posicionarse como un contendor viable. Permite llegar a ese 5% que te saca del “otros” y jala la atención de votantes que buscan opciones nuevas. Un candidato sin organización política y con recursos limitados logró posicionarse en un lugar expectante, especialmente porque esa subida lo colocaba muy cerca de quienes en ese momento peleaban por el segundo puesto. Las redes importan y cada vez lo harán más. Pero se necesita más para atraer votantes y dar un salto sustantivo. Guzmán lo logra. Si bien al inicio de la campaña pensaba que existía espacio para candidatos nuevos del centro hacia la izquierda, dos razones me hacían evaluar que Guzmán no tenía el perfil para ocupar ese espacio. Primero, aunque se presentaba como un reformista, me parecía que sería visto como un candidato de centro-derecha, un espacio congestionado. Mi impresión era que PPK ya tenía ganado ese espacio de derecha tecnocrática, no había espacio para dos. Segundo, más allá de posiciones ideológicas que en el Perú solo son una parte de lo que evalúan los votantes, Guzmán aparecía con pocas ideas fuerza. No había posiciones claras en su discurso. Al definirse como “ni de izquierda ni de derecha” (sino todo lo contrario) pensé que no lograría transmitir un mensaje que atrajese la atención de los votantes. Para ser centrista, además de “no ser”, hay que definir algunos valores, perfilarlos, resaltarlos. Y no veía eso en Guzmán. Pensé que era más probable que Barnechea, con una posición de centro-izquierda, pudiese llenar ese espacio.Creo que mi evaluación falló por dos razones que también pueden ser útiles tener en cuenta la próxima elección. Primero, el votante que levantó a PPK en el 2011 y a Guzmán este año parece estar a la caza de caras nuevas. El espacio no estaba cerrado para Guzmán pues para esos ciudadanos, muchos de ellos jóvenes, PPK ya era un periódico de ayer. Ese sector joven, urbano, que ve con buenos ojos a un candidato de esas características parece exigir novedad. Lo cual nos lleva a preguntarnos si un candidato de este tipo puede ser dos veces sorpresa. El 2021 Guzmán no será el nuevo, tendrá que pensar nuevas formas de mantener a sus simpatizantes. Pero, más importante, donde vi similitudes con PPK había en realidad varias diferencias. Una carrera más vinculada al Estado que a la empresa privada. Además, un discurso con mayor llegada al sector C urbano y al centro y sur del país de lo que consideré posible con su perfil. La historia personal de Guzmán era mucho más cercana a un sector amplio de la población de lo que evalué. Era más de “centro”, en términos sociales e incluso de discurso, y explotó bolsones electorales que no tuve en cuenta. El candidato tecnocrático puede ser más mesocrático de lo evaluado.¿Tenía Guzmán asegurado su paso a segunda vuelta? Para algunos la existencia de Guzmán hubiese impedido el surgimiento de opciones más a la izquierda. Es decir, ya estaba en segunda. Mi impresión es que Verónika Mendoza eventualmente hubiese crecido, su discurso era el que mejor llegaba al elector del sur. Pero dudo que Guzmán se hubiese derrumbado. También puede discutirse si le hubiese ganado a Fujimori. Todo opinable, por supuesto. Menos discutible, creo, es que sin su salida otro hubiese sido nuestro Presidente. PPK, en ese momento por debajo de 10%, vive gracias a la muerte de Guzmán.